31 | Te quiero.

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No falta mucho para que anochezca, por lo que las familias ya están reunidas y preparadas para ir al parque a ver el show de fuegos artificiales que hacen ni bien el sol baja. Lucca entra con el auto hasta el garaje de su casa y una vez que apaga el motor nos quedamos dentro del auto en silencio.

—Si quieres hablar sabes que estoy aquí para escucharte.

Suelto un suspiro y apoyo mi cabeza sobre mis manos.

—¿Me veo fea cuando lloro? —intento sonar graciosa.

—Uy, sí, feísima. Me dan ganas de comerte a besos, vuelve a hacerlo por favor.

—Es un idiota, lo odio —Mi garganta todavía arde—. La chica tiene quince años, Lucca. Toda mi vida fue una mentira, nunca lo fuimos todo para él como solía decir. Tenía otra puta familia cruzando la mitad del país.

—Entiendo que estés molesta con tu padre, Sara, pero Klara no tiene la culpa...

—Lo sabía y me lo ocultó. Es tan culpable como él o mamá o quien sabe cuantos más que son conscientes de la situación y decidieron ocultarlo.

—Así como le están ocultando a Vicky lo de Landon.

Levanto la cabeza poco a poco hasta que mis ojos se conectan con los suyos y él hace una mueca de labios apretados.

—¿Cómo sabes eso?

—Lo sabe todo el pueblo, rubia, el cornudo siempre es el último en enterarse. Ahora, imagina cómo se va a sentir Vicky cuando lo descubra y sepa que ustedes estaban al tanto de eso y no le dijeron nada.

—¿Sugieres que se lo diga?

—Sugiero que quizá tengas que ponerte en el lugar de Klara.

Si yo supiera que el padre de Klara tiene otra familia se lo diría, no importa si la tía Tina me lo prohíbe, es algo que tiene que saber. Aún así, ahora que el enojo se ha marchado de mi cuerpo, me doy cuenta de que la traté demasiado mal y que me pasé un poco con ella.

Lucca sale del auto y lo rodea para abrir la puerta de mi lado. En cuanto estoy fuera toma mi mano y caminamos hacia la puerta de madera que da entrada a la casa. Dentro está todo demasiado tranquilo, por lo que supongo que deben de haber ido al parque a ver los fuegos artificiales.

—¿No hay nadie? —pregunto mientras atravesamos la sala.

—Están en la casa de mi abuela, pasan las fiestas allá.

—¿Tú no vas?

—Se supone que estamos en Los Ángeles todavía. No tenía pensado ir desde hace tiempo.

Una vez subimos las escaleras, caminamos por el pasillo y él se detiene frente a la tercera puerta a la izquierda. Recuerdo cuando entré en su habitación por error durante el baby shower y lo mucho que ha pasado entre nosotros desde eentonces. No parece que solo haya transcurrido un mes y poco desde que nos conocimos, es decir, si alguien me dijera que me iba a enamorar de él en tan poco tiempo me le reiría en la cara. Supongo que no pude negarme a los encantos del pelinegro que me miraba aquella noche desde el otro lado de la cocina.

—Voy a pedir algo para comer —avisa poniéndose en marcha hacia la puerta—. Sabes dónde está el baño y si quieres puedes buscar alguna remera que te sea cómoda para dormir, pon alguna película que vuelvo en cinco minutos.

Asiento con la cabeza antes de meterme en el baño. Al mirarme al espejo vuelvo a llorar. Estoy horrible. Tengo la nariz roja como la del reno de Santa, los ojos hinchados y el cabello como la reverenda mierda.

Rebusco en mi mochila mi mini estuche de maquillaje y como puedo me arreglo un poco la cara. Con mi cabello no hay mucho que hacer más que peinarlo y atarlo en una coleta alta que no permita que quede aún más feo de lo que está. Escucho la voz de Lucca dentro de la habitación y me apresuro a meter todos los cosméticos dentro del estuche. Ahora que he visto lo horrible que estoy no puedo dejar que el vuelva a verme así.

Polvo de estrellas [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora