28 | Imposible.

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Lucca estaciona el auto en una sola maniobra detrás del de Pablo. En cuanto salgo del auto Klara viene saltando hacia mí y me da una abrazo que me deja sin aire, me llena de besos y luego recién se dispone a preguntarme como me ha ido.

—Nada nuevo, todo viejo y sabido.

Klara mira a Lucca que extiende su mano hacia mí para darme mi mochila.

—¿No le cargarás la mochila hasta la casa como buen caballero que eres? —Klara pone una de sus manos en su cadera y lo mira con los ojos entrecerrados.

—¿Por qué haría eso? —pregunta él sacando un bolso de gimnasio del maletero.

—Porque te gusta —responde ella y hace que me sonroje un poco.

—Ese no es motivo para ser su esclavo —se acerca a mi y me susurra contra el oído—, pero si necesitas un esclavo sexual no dudes en llamarme, tienes mi número.

Mis mejillas deben de quedar aún más rojas, si es que eso es posible, porque Klara abre la boca y le brillan los ojos.

—¡¿Qué te ha dicho?! —exclama Klara.

—Nada...

—Que puedo ser su esclavo sexual si así lo desea —admite él sin el más mínimo indicio de vergüenza.

—Creo que prefería no saberlo.

—La curiosidad mató al gato —Lucca camina hacia la casa sosteniendo el bolso por las asas sobre su hombro.

Pablo pega un grito desde dentro pidiendo ayuda y se roba la atención de los tres. Lucca no duda en apresurar el paso hacia dentro con nosotras pisándole los talones. Está colgando una televisión grandísima en la pared con cara de sufrimiento y gotas de sudor corriéndole por el rostro.

—¡Si me ayudas no me ofendo, eh! —sostiene la televisión a gatas—. ¡Venga, que se me cae!

Lucca da dos zancadas hasta él y agarra la televisión. La cara de alivio de Pablo y el suspiro que da hacen que Klara ruede los ojos, divertida.

—Te cansas de nada, bebé.

—No dura ni cinco minutos —comenta Lucca sosteniendo la televisión sin que siquiera se le mueva un pelo.

—¡Esa cosa pesa como la mierda!

—A Lucca no parece pesarle.

—¡Entonces deberías dejarme y ponerte de novia con él!

Klara me mira con las cejas alzadas, como buscando que le diga algo a Pablo, que lo reprenda por haber hecho ese comentario.

—¿Qué? —tres pares de ojos están sobre mi.

—¿No piensas decir nada? —pregunta Klara—. ¿Ves las cosas que sugiere? ¿Yo con Lucca? ¡Si Lucca es tuyo!

Lucca ríe divertido.

—¡Lucca no es mío!

—Sí soy —él continúa riéndose y se acerca a mí—. Soy tuyo, rubia.

—¡Ya ves, es tuyo, ahora dile algo a Pablo! —lo señala con el dedo acusador.

—Ya déjala que está roja como un tomate —comenta Pablo.

Niega con la cabeza, sonriendo, mientras sale hacia el jardín trasero. Klara lo sigue. Lucca me toma de la mano y me arrastra tras ellos también.

—Jazmín, James y Ander han ido a comprar comida para surtir la heladera —comenta Pablo, subiéndose a una hamaca que cuelga bajo un árbol.

—¿Puedo pedir que traigan helado? —me muerdo una uña.

Polvo de estrellas [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora