22 | Fiesta en la piscina.

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—¿Crees que quedaron bien? —pregunta Giovanna mientras me enseña las fotos que tomamos el otro día—. Yo siento que lograron captar la esencia de los personajes a la perfección, nada más mírate a tí, pareces de verdad estar destrozada.

Y lo estaba.

Papá no ha vuelto a llamar desde entonces y ya ha pasado más de una semana desde la última vez. No entiendo a qué se debe su cambio tan drástico, sí yo hice o dije algo que lo molestó o si simplemente se olvidó de que tiene una hija que lo ama y lo necesita.

—Me gustan —suelto asintiendo con la cabeza.

—De todas formas, todavía no vamos a entregarlas. Primero tengo que editarlas, arreglar las tonalidades y desenfocar un poco el fondo. Además, tiene que estar Lucca también. ¿No te parece raro que falte tanto?

Me encojo de hombros, pero la verdad es que sí. La semana pasada estaba en Italia y el director seguramente le justifique todas esas faltas, pero no sé qué hará con las demás porque prácticamente puedo contar con los dedos de mis manos las veces que ha asistido a clase.

—Podrías preguntarle, ¿no? —me mira de brazos cruzados.

—¿Y yo por qué? —vuelvo a encogerme de hombros abriendo los ojos como platos a la vez que curvo mi boca hacia abajo.

—Por favor, la foto de ustedes juntos en la cena de inauguración de sus padres está en la página de la empresa, ya todo el pueblo sabe que tienen algo.

—No tenemos nada, Giovanna.

Al menos no por ahora, pero tengo la esperanza de que dentro de pronto eso va a cambiar.

—Tienes suerte de que yo solo buscara fingir estar saliendo con él, sino me habría enfadado de verdad —sonríe rodando los ojos.

—Él y yo no estamos saliendo, Giovanna —aclaro asintiendo con la cabeza—. Si todavía quieres intentar eso de la relación fingida puedes hacerlo. Nada te detiene.

—Lucca sí, de hecho, ya lo hizo en el parque de diversiones —ladea la cabeza—. Como sea, nos vemos el próximo jueves y traeré las fotos ya listas solo para que le demos un vistazo final y podamos presentarlas la semana siguiente.

—Adiós —me despido con la mano sonriendo mientras la veo alejarse hacia su auto haciendo sonar el taco de sus zapatos.

Saco mi celular de la mochila y comienzo a caminar hacia casa de la abuela revisando las notificaciones que he acumulado durante la mañana. La mayoría de mis mensajes pertenecen a Klara que parece haber estado bastante nerviosa y con recurrentes ganas de llamarme desde que abrió los ojos. Ignorando el resto de chats digito el número de Klara y me llevo el celular a la oreja esperando a que responda.

—¡Hasta que por fin te decides a responder! —me grita desde el otro lado ni bien atiende la llamada—. Desde las nueve de la mañana te estoy llamando, Sara Dustin.

—¿Olvidas que tengo colegio? —pregunto con mala cara como si pudiera verme.

—Ay, cierto —De fondo llego a escuchar música y algunos gritos que se me hacen extraños para la casa de la abuela.

—¿Dónde estás? —Mi ceño se frunce.

—Estoy donde tú deberías estar, Sara. Llevo esperándote toda la mañana —Insulta a alguien fuera del teléfono y regresa su atención a mí—. Si ya te marchaste del colegio regresa y quédate ahí, ¿me oyes? Le pediré a alguien que vaya a buscarte.

No me da tiempo a preguntar a quién va a enviar o hacia dónde me llevará porque corta la llamada y me deja mirando la pantalla del celular como tonta. Durante los siguientes quince segundos me quedo inmóvil planteándome seriamente volver a casa y evadir cualquiera que sea el plan de Klara. Apenas estoy a una cuadra del colegio, por lo que no me molestaría regresar, pero quiero llegar a casa y llamar a papá o al menos intentar comunicarme con él, saber qué ha sido de su vida en estos días, si me extraña y cuándo voy a poder ir a visitarlo a Los Ángeles, además, no estoy de humor para fingir que todo en mí está perfectamente bien.

Polvo de estrellas [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora