44 | Polvo de estrellas.

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La abuela dijo una vez cuando era pequeña que está bien que te rompan el corazón, que es un riesgo que corremos todos al enamorarnos, pero nunca me advirtió del dolor que deja un corazón roto.

Nunca imaginé que esos ojos celestes que prometían el cielo fueran a lastimarme de esta forma. Lo que más me duele no es que me haya dejado, sino la forma en que lo hizo. Me duele cada puta palabra que salió de su boca y el vacío en su mirada cuando nuestros ojos se conectaron antes de que me marchara. Me duele saber que mientras yo me enamoraba con cada beso, cada caricia y cada palabra linda que su lengua formulaba, él solo estaba jugando.

Que para él todo esto fue un puto juego y que nunca sientió nada de lo que dijo. Nada entre nosotros fue real.

Pasé la noche intentando convencerme a mí misma de que lo odio, pero no puedo negármelo. Por más falso que fuera, los momentos que viví con Lucca este verano fueron los mejores en mucho tiempo. El calor fingido de sus brazos me recibió tan bien que estuve dispuesta a abandonarlo todo con tal de quedarme ahí, protegida contra el mundo, contra todo y todos.

Si he podido apartar al hombre más importante de mi vida, no me debería de resultar difícil hacer lo mismo con él. Me iré de aquí y lo olvidaré, lo sé. No tiene sentido quedarme a vivir con Steven ahora que lo que fuera que teníamos se acabó, quedarme solo supondría lastimarme más al verlo salir con otras chicas, además, y quizá lo peor, es que nuestro grupo de amigos es el mismo y no quiero cruzarlo cada vez que nos juntemos.

Si es posible no quiero volver a cruzármelo en la vida.

—¿Puedo pasar? —pregunta Klara abriendo apenas la puerta como para poder asomar su cabeza.

Me sorbo los mocos y seco las lágrimas con los puños de mi suéter, mierda, es su suéter. Me lo quito y lo lanzo lejos como si al notar que le pertenece a él mi piel lo repudiara a tal punto de quemarme.

—¿En serio te irás? —dice mirando las maletas junto a mi cama.

Me resulta increíble cómo una vida entera puede empacarse en dos valijas medianas, como si nada valiera.

—El pueblo es muy pequeño para ambos.

—Ten por seguro que se las verá conmigo...

—Ni te molestes —niego con la cabeza—. No lo odio.

—¿No? ¡Pues yo sí!

Le conté a Klara la mitad de todo lo que dijo y un poco camuflado. Sé que si no usos filtros acabaran peleados y no quiero que los errores que ambos cometimos afecte la relación que ellos tiene.

—Mantente al borde de esto, Klara —pido—. Promételo.

—No puedo —niega con su cabeza a la vez que las aletas de su nariz se abren y se cierran demostrando lo mucho que la enoja el tema.

—Klara, por favor...

—Está bien, lo prometo, al menos por ahora.

No me tranquiliza porque sé que a la primera oportunidad que tenga lo atacará con garras y dientes.

—¿Lo sigues queriendo? —se sienta en los pies de mi cama con suavidad, como si cualquier movimiento brusco pudiera hacer que me desarme.

—Klara, obvio que lo quiero. Que él no sienta lo mismo por mí no cambia mis sentimientos y todo lo que viví estos dos meses. Entre nosotros hubo algo, por más falso que fuera, y a mí al menos me quedarán recuerdos lindos, mágicos, tan mágicos que, si los miras desde cerca parecen polvo de estrellas.

—Eres valiente —me toma la mano y deja un beso en el dorso de esta—. Si Pablo me hiciera algo parecido no podría ni levantarme de la cama, me dolería el alma, Sa.

Polvo de estrellas [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora