30 | Verdades a la luz.

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—Lucca, no es buena idea, mejor salgamos todos juntos y ya olvídense de esto —bufa Klara cruzándose de brazos.

Se apoya contra la mesa de la cocina y nos mira a Lucca y a mí con mala cara como si fuésemos dos niños que quieren cometer una travesura.

—Ella quiere ir —dice él.

—No tiene nada de malo, Klara. Ya basta, iremos a verlo.

—Ni siquiera sabes dónde vive —Ese parece ser el único argumento que tiene para oponerse a que visitemos a papá.

—Está viviendo con la tía —O al menos eso fue lo último que supe.

—Klara, es su padre, no el tuyo. No te metas —Lucca parece molesto y entiendo que lo esté, Klara está rotundamente negada a la idea hace más de media hora.

—No veo razón para que te pongas en contra si sabes cuantas ganas tengo de verlo —Las lágrimas amenazan con salir de mis ojos, pero las reprimo.

—Ya, vámonos.

Lucca sale de la cocina y yo le lanzo una última mirada a Klara antes de seguirlo. Podría decir que me molesta que ella actúe así, pero en realidad me decepciona. Ella fue mi acompañante cuando no podía dormir porque mi mente me jugaba en contra y me hacía sobrepensar todo, ella sabe lo que se siente estar lejos de alguien a quien amas porque le ha tocado con su propio padre y cada vez que está en algún estado cercano ella y la tía hacen los kilómetros necesarios para verlo. Ella debería entender la necesidad que tengo de reencontrarme con papá después de más de un mes sin verlo.

Me subo en el auto de Lucca y dejo que el GPS lo guíe mientras yo me quedo en silencio. No pasa mucho hasta que nos detenemos frente a la casa en donde vive mi tía Eloisa, la única hermana de papá.

—Si quieres puedo bajarme y preguntar si está en casa —dice Lucca poniendo una mano en mi muslo.

Yo le sonrío a medias a la vez que asiento con la cabeza. Si papá no está volveré a la casa de Pablo, no me apetece quedarme a conversar con la tía por veinte mil horas y hablar de Dios y todo el mundo como si fuéramos el cuarteto venenoso dividido a la mitad.

Lucca me devuelve la sonrisa antes de salir del auto y caminar hacia la casa a paso lento y despreocupado. Golpea la puerta y a los pocos segundos aparece Steffy que lo mira de arriba a abajo y hace una mueca de asco. Él le dice algo y ella contesta con pocas ganas y un ademán hacia la calle que me preocupa haya sido dirigido hacia mí. Finalmente Lucca asiente, se da media vuelta y camina hacia el auto otra vez con cara de pocos amigos.

—Vive a unas pocas cuadras de aquí, girando a la izquierda en la siguiente calle y de ahí tres cuadras hacia arriba.

—¿Te ha dicho algo malo? —pregunto al ver que tensa la mandíbula cada dos por tres. Conociendo a Steffy probablemente luego de su mueca de asco le haya hablado de mala manera.

—«Si no encuentras la casa de mi tío puedes volver aquí y yo te atenderé con mucho gusto» —La imita poniendo voz fina y un tanto ridícula.

Suelto una carcajada que camufla mi sorpresa ante sus palabras.

—Al parecer a Steff ya le picó el bicho de la pubertad.

—No sé que les dan de comer a las niñas de su edad —Estaciona junto a la vereda—. Creo que es aquí.

Señala la casa a nuestra izquierda. Es una de dos pisos hecha en su totalidad con madera, las flores que hay junto a la ventana están demasiado cuidadas para su estilo por lo que imagino que debe de tener a alguien que se encargue de esas cosas así como también de la limpieza de la casa porque eso nunca se le dio bien. Reconozco su auto en el camino hacia el garaje y sonrío. Estamos en el lugar correcto.

Polvo de estrellas [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora