Capítulo 3

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Tres años antes

Los médicos me dijeron que peleé con fuerza. La sangre bajo mis uñas era raspada con cuidado por una mujer muy agradable quien trataba de distraerme con una historia de su nieta. Pero mi atención se enfocaba en el trabajador social, que se hallaba de pie en la entrada, intentando mantener a los detectives de cuestionarme.

—Ella está demasiado frágil emocionalmente para manejar estas preguntas ahora mismo.

Me sentía perpleja por eso. No me sentía frágil. Sentí dolor, seguro. Dolor físico por los cortes en mi cara, la piel estirada con puntadas para cubrir el enorme agujero en mi mejilla. El corte de veinte centímetros en mi antebrazo era un poco doloroso también. Pero tal vez el trabajador social vio la piel desgarrada y el tejido roto, y asumió que me había visto. Me encontraba más grave que sólo piel herida.

—Estoy bien —dije, mis uñas empezando a verse limpias bajo la fuerte luz fluorescente. El detective con los ojos castaños me miró con un tipo de cansada esperanza. Como si yo fuera su última obligación antes de que pudiera irse a casa, meterse en la cama con su mujer y despertar con sus hijos viendo dibujos animados. Una última cosa se cruzaba en su lista antes de que pudiera volver a su vida, aplastado con la seguridad de ello.

La trabajadora social me miró como si estuviera fuera de mi mente. Que, realmente, lo estaba. No tenía ni idea de lo que en realidad pasó, así que sabía que no podría aportar el tipo de detalles que los detectives querrían saber. Pero quería más que nada irme de aquí, lejos de los ojos que me miraban fijamente desapasionados o con lástima.

Los detectives se movieron alrededor del la aún estupefacta trabajadora social y tomaron mis respuestas. Tomaron fotos de mi brazo, mi cara, mis manos y mi espalda. Les di las ropas que usaba cuando llegué al hospital y entonces pedí que me liberaran por mi cuenta, usando una estéril ropa desechable. Cuando caminé fuera de la entrada de emergencias, giré la esquina del edificio y me paré en seco.

Había una pequeña mujer inclinada contra la pared, únicamente visible con las luces del aparcamiento que iluminaba el área a nuestro alrededor. Sabía que era la mujer que me salvó, quien me trajo al hospital y llamó a la policía.

Ella exhaló el humo que succionó de su cigarrillo, lo tiró al suelo y pisó el extremo encendido antes de caminar hacia mí. El aire en torno a ella olía a humo, lo cual normalmente detestaba, pero el olor se sentía seguro para mí. Fue el olor que me despertó a la consciencia en el asfalto.

—¿Te dejaron salir? —Su voz era profunda, fina y sexy. Vino tinto. Tenía su cabello teñido de brillante rojo y sus ojos verdes delineados con un grueso lápiz de ojos. Vestía una gran chaqueta de cuero, blancos pantalones cortos rasgados en el dobladillo, y unas asombrosas botas negras altas hasta la rodilla.

Asentí, mis ojos viajando por ella. Era unos años mayor que yo, y daba completamente la impresión de un total trasero duro.

—¿Hambrienta? —preguntó sin esperar ninguna respuesta de mi parte, caminó a través del aparcamiento y sacó una llave de su bolsillo. Un pequeño coche deportivo estacionado ilegalmente parpadeó las luces y ella forzó la puerta del pasajero.

No miró hacia mí por confirmación y realmente, era mi mejor apuesta. Dejé el hospital con la intención de tomar un taxi, pero llegar a mi apartamento sola no era atractivo para mí. Así que la seguí, subiendo al asiento del acompañante mientras ella toqueteaba con su teléfono antes de arrojarlo a la guantera. Cada movimiento suyo era elegante, pero violento también. Era un pequeño paquete de humo y misterio, y actualmente la única persona en el mundo que sabía lo que me pasó. Y con eso, un pensamiento me llegó.

Diez Bajo Cero ➳ Kim NamJoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora