Capítulo 23

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Nos despertamos temprano, apenas salió el sol y enseguida nos pusimos en marcha hacia Nueva Orleans. La mano de NamJoon se encontró con la mía en la consola, y la sostuvo.

Estas siete horas me enseñaron que nunca quería dejar ir su mano. Mi mano y la suya se sentían increíblemente naturales, como si fuera parte de mi cuerpo, y si no sostenía su mano quedaría un vacío en mí el resto de mi vida.

Paseamos por Bourbon Street juntos, tomados de las manos.

Entramos a pequeñas tiendas de las galerías famosas por sus buñuelos.

Nos sentamos en la plaza a mirar a las personas mientras él componía algunas lindas historias respecto a estas desconocidas personas. Me reía un poco más de ello. Venía naturalmente a mí, aunque todavía NamJoon me miraba como si fuera el sonido más extraño del mundo.

¿Sabes ese momento que quisieras congelar en el tiempo, ese justo antes de que todo se desmorone? Lo terrible es que ese momento es impredecible. Uno mira hacia atrás y puede darse cuenta de cuáles eran esos momentos. Pero en ese momento no sabes que tu mundo está por darse vuelta de tu eje.

Para nosotros ese momento fue mientras volvíamos atravesando la calle Bourbon, en un mar de ebrios.

El aire era cálido y los sonidos estridentes y ruidos fuertes, había mucha gente sacudiéndose en la acera, eso provoco que NamJoon me acercara a él. Estiré mi camiseta para que no se pegara a mi cuerpo. NamJoon me apretó la mano tres veces y luego se soltó de mí.

—¿Por qué tres? —le pregunté.

Me miro y negó con la cabeza, entonces sus cejas se juntaron, e hicieron una señal de que no me había oído.

Me acerque a él y le dije una vez más.

—¿Por qué tres?

Me aparté para mirarlo, pero se veía un poco sin expresión. Miraba por encima de mi hombro, pero no me di cuenta de que no miraba nada, tenía sus ojos en blanco.

—¿NamJoon? —Apreté su mano, pero no reaccionó. Miré a mí alrededor y lo tiré hacia la acera—. Siéntate —le pedí pero todo lo empujaba. Su rostro se veía más blanco y su cabeza vuelta a la izquierda, regresó y se volvió hacia la izquierda—. NamJoon —le dije de nuevo—. ¿Qué está sucediendo?

No miraba nada, su brazo izquierdo se hallaba levantado, y se retorció de arriba abajo. No sabía qué hacer. Y entonces cayó a la acera.

—NamJoon —grité.

Todo su cuerpo convulsionaba sus ojos en blanco se habían dado vuelta. Mareada, grité a mí alrededor frenéticamente.

—Que alguien llame a una ambulancia, está teniendo un ataque.

Una mujer se detuvo a mi lado y se colocó de cuclillas, preguntando—: ¿Es epiléptico?

Negué con la cabeza, mirándolo sin poder hacer nada. Luego empezó a gruñir.

—Pon su cabeza en tu regazo —me instruyo la chica—. Hay demasiados vidrios alrededor.

Me deslicé inmediatamente a su lado, tratando de poner su cabeza en mi regazo. La mujer me ayudó, pero los espasmos de NamJoon fueron empeorando.

—¿Debo mantener sus manos aquí también?

—No. Sólo espera. Él va a salir de esto.

La vi sacar el teléfono y llamar a una ambulancia. Poco a poco su agotamiento lo detuvo, parpadeó y me miró.

—NamJoon —le dije; intentó hablar abriendo y cerrando la boca lentamente, como si estuviera saboreando algo. Pero vi el reconocimiento en sus ojos y supe que eso era bueno.

Diez Bajo Cero ➳ Kim NamJoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora