Capítulo 4

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Treinta minutos después, estoy sentada en una cabina, esperando a que NamJoon se muestre. Seguía usando mi ropa de entrenamiento, empapada de sudor de correr a mi apartamento para tomar mi auto.

Terminaba mi segundo vaso de agua cuando la puerta del restaurante timbró. Levanté mis ojos y vi a NamJoon avanzar a grandes zancadas hacia la mesa.

Se deslizó en el asiento enfrente de mí antes de hacerle una seña a la mesera para que viniera. Nuestros ojos se encontraron y mi pecho se apretó. Habían sido solo unas horas desde que lo vi, y sin embargo, volver a verlo apacentaba el dolor que apretaba mi pecho.

—¿Es seguro asumir que usas tus zapatos de correr ahora? — preguntó él.

—Sí, lo hago.

—Así que mejor tengo cuidado con lo que digo, así no sales corriendo de nuevo.

Me encogí de hombros y sorbí mi agua.

—Probablemente corra de todos modos.

NamJoon se recargó en la mesa. Inhalé su esencia, la cual podría describir como agua fresca, aunque en teoría, el agua no tiene esencia.

—¿Te intimido?—preguntó con una ceja levantada. Estoy segura de que fruncí el ceño ligeramente.

—No exactamente. Sólo no tengo el hábito de hablar con la gente.

NamJoon me miró hasta que nuestra mesera llegó.

—Una hamburguesa de queso, con extra queso.

Levanté mis ojos hacia él. NamJoon me observaba por una reacción. Controlé mis gestos para seguir en calma. Cuando la mesera caminó lejos, hablé de nuevo.

—Ellos no la hacen tan bien como Paulie's la hace.

—¿Paulie's?

Sacudí mi cabeza, señalando que no quise hablar en voz alta.

—¿Por qué querías verme otra vez?

—Me sentía aburrido.

Lo miré.

—Eso es...

Sonrió, sí, verdadera sonrisa real.

—Déjame adivinar lo que vas a decir: Rudo. Si, Parker, soy de hecho muy grosero. Y a menos de que ya lo hayas olvidado, dijiste lo mismo la otra noche.

Mi mente voló atrás como un libro a cuando admití haber ido al bar a verlo porque me encontraba aburrida.

—Lo siento, arruiné tu cita la otra noche.

NamJoon ladeó su cabeza a un lado y me miró curiosamente.

—No era una cita. E incluso si lo hubiera sido, no la arruinaste.

—Tu mensaje de texto lo hacía sonar como una cita.

—¿Lo hacía? —preguntó, corriendo sus dedos desde el pescuezo a su barbilla—. Bueno, no lo era.

—Entonces, ¿qué era?

—Eso no es de tu incumbencia.

Mis ojos van de los dedos que tiene en su barbilla a sus ojos.

—Fue sólo una pregunta.

—Y tú no respondiste todas las mías. Así que, ¿por qué tengo que responder todas las tuyas?

Me recargué hacia atrás en la cabina y crucé mis brazos sobre mi pecho.

—¿Qué preguntas?

Diez Bajo Cero ➳ Kim NamJoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora