Encrucijada familiar:

556 66 2
                                    


—Estoy algo perdido—dijo Percy mientras avanzábamos dando traspiés por los túneles oscuros—. ¿Qué está pasando aquí?

Luguselva lo miró y luego miró a Meg.

—Es un poco cortito, ¿no?

—Es algo distraído, pero en general es buena persona—se encogió de hombros Meg.

Por mi parte, vi el destello de sus anillos de oro iguales, que llevaban en el dedo corazón de cada mano. Me acordé de cómo habían luchado Luguselva y Meg contra Percy, dando tajos y estocadas con sus cuatro espadas perfectamente sincronizadas. La verdad evidente me dio un guantazo.

—Usted entrenó a Meg—comorendí—. Para que fuese una dimachaera.

—Y ha aprendido estupendamente—la gala dio un codazo afectuoso a Meg—. Lo hiciste muy bien allí atrás, Retoño.

Nunca había visto a Meg tan orgullosa de algo.

Ella se abalanzó sobre su entrenadora y la abrazó.

—Gracias por ayudarme.

—Mmm.—Parecía que Luguselva no supiese cómo reaccionar al abrazo. Dio unas palmadita a Meg en el hombro—. No te preocupes, Retoño. No pienso permitir que Nerón te torture más. Pongámonos en marcha,

"Tortura". Sí, esa era la palabra.

Recordé las palabras exactas que Meg nos había dicho el día en que nos separamos en Aeithales, Palm Springs:

"Él cree que aún me controla, eso me conviene, trabajaré duro para volver a ganarme su confianza y cuando menos se lo espere lo apuñalaré por la espalda. Tengo... tengo a alguien dentro de la Torre de Nerón con quien puedo contar, me ayudará, lo sé"

Luguselva no me inspiraba confianza, pero yo confiaba en Meg, y ella confiaba en la gala. Sabía por experiencia propia que Meg no confiaba en cualquiera, así que me decidí por darle una oportunidad.

Proseguimos la marcha. Meg y Luguselva avanzaban una al lado de la otra, y Percy y yo las seguíamos de cerca.

La pequeña nos contó todo lo que le había sucedido desde que nos habíamos separado en Palm Springs: como volvió con Nerón con la cola entre las patas, dando la actuación de su vida, diciéndole que estaba demasiado arrepentida y pidiéndole volver a su lado. El emperador le había creído, obviamente la había "castigado" (forma delicada de decir torturado) por su desobediencia, además de que se le prohibió salir de la casa imperial, perdió el derecho a participar en cualquier misión hasta que "estuviera lista" (es decir, Nerón estuviera seguro de que ella ya no lo traicionaría) y fue obligada a entrenar sin descanso día y noche.

Pero al final había funcionado, había vuelto a ganarse la confianza de Nerón y había sido mandada junto con Luguselva para "enmendar su error"

Estuvimos un par de kilómetros hablando sobre posibles formas de torturar a un emperador en los Campos de Castigo, Luguselva incluso y se animó a participar con una o dos ideas.

Después de avanzar dando tumbos durante un par de minutos más, me animé a preguntar:

—¿Adonde vamos exactamente?

—Lejos del perímetro de búsqueda—contestó Luguselva, como si fuese lo más evidente—. Nerón ha accedido a la mayoría de las cámaras de circuito cerrado de Manhattan. Tenemos que escapar de su radar.

Era un tanto chocante oír a una guerrera gala hablar de radares y cámaras.

Volví a preguntarme cómo Luguselva habían empezado a servir a Nerón.

Las pruebas de la luna: La Torre de NerónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora