Vacas y buitres:

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Artemisa:

Como dije, fue una noche "agitada"

No me arrepiento de nada.

Me desperté en la mañana cuando Will tocó la puerta.

—Artemisa, ¿estás allí?—preguntó.

Me pegué a la puerta para que no la abriera, en ese momento estaba simplemente impresentable. Hablé por una pequeña rendija, puesta allí para poder comunicarse con el exterior desde la cabaña insonorizada.

—Sí... aquí estoy—contesté.

—Prepárate para irnos, Nico y yo los esperamos, iré a avisarle a Percy.

Eso... podría ser un problema.

—Según tengo entendido—mentí—, él está solucionando algo en el océano, algún hipocampo atrapado en redes de pesca o que se yo. Le avisaré en cuanto lo vea.

—De acuerdo...—murmuró Will desde el otro lado de la puerta—. ¿Todo bien?

—¡Sí! Claro, sólo... una pequeña dificultad técnica con este cuerpo mortal, nada que no pueda solucionar.

—Artemisa, si necesitas ayuda puedo...

—¡No! Esta bien, gracias.

Escuché como sus pasos se alejaban y por fin pude volver a respirar con normalidad.

Seriamente, quería volver otra vez a la cama, no seguía cansada en lo absoluto, simplemente se veía más cómoda, calentita y agradable que la misión mortal. Además, estaba cómoda en los brazos de Percy.

Ah, sí, él se quedó a dormir.

—Hey, Perce—lo sacudí por el hombro—,despierta.

Después de unos segundos de sacudirlo, y un par de bofetadas, Percy por fin abrió los ojos.

—Emmm...—parpadeó dos veces—. Entonces, ¿no fue un sueño?

Sacudí la cabeza.

—No, ahora prepárate, ya nos vamos.

El se levantó de la cama, definitivamente parecía que hubiéramos hecho más de lo que realmente sucedió. Digo, no llegamos a hacer el acto, pero sí que lo parecía, con ambos habiendo dormido desnudos en la misma cama y eso...

Le arrojé su pantalón.

—Ten cuidado al salir—le dije—. Asegúrate de que nadie te vea, si alguien pregunta, estuviste haciendo cosas de hijo de Poseidón en el mar. A esta hora no debería de haber nadie despierto, pero aún así, estate pendiente.

El se quitó las lagañas.

—Claro, te veo luego.

El se asomó con cuidado por la puerta, miró en todas direcciones y luego hecho a correr hacia su cabaña.

Dado a que aún no había amanecido, sabía que aún tenía algo de tiempo para prepárame. En definitiva necesitaba un baño para quitarme de encima... fluidos que nunca antes había tenido encima.








Brooklyn.

Normalmente alguien no esperaría encontrarse con más peligro que algún embotellamiento o mesas insuficientes en alguna cafetería. Sin embargo, esa mañana advertí que el conductor de la furgoneta del campamento, Argus el gigante, tenía los ojos bien abiertos por si surgían problemas.

Las pruebas de la luna: La Torre de NerónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora