Rencores:

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Puede que eso último fuera un tanto inexacto.

No era uno de los últimos que quería ver, sencillamente hubiera preferido no verlo.

Dioniso se encontraba en la cumbre de la colina como si hubiese estado esperándonos. Puesto que era un dios, tal vez había sido así.

Se me hizo un nudo en la garganta. Estaba mareada del trayecto en taxi y de la partida improvisada de atrapar el ojo. La herida de la frente me dolía horrores. Loe nuevos versos de la profecía que las Hermanas Grises nos habían dado me daban vueltas en el cerebro. Pero volver a ver a Dioniso... sería complicado, y molesto, e irritante.

Percy me ayudó a bajar del taxi a duras penas, intenté mantener una expresión de disgusto por el contacto, lo último que necesitaba era que Dioniso se enterara de mi relación con el hijo de Poseidón.

Sin siquiera despedirse, las Hermanas Grises se sumergieron en un charco de alquitrán negro rojizo.

Percy contempló la cima de la colina entornando los ojos.

—Mierda, es él.

Suspiré.

—De hecho, así es.

Mientras subíamos la colina, tuve que contener las ganas de echarme a llorar o reír histéricamente. Era probable que estuviera entrando en estado de shock. Había sido un fía duro y todavía ni siquiera era la hora de comer. Sin embrago, teniendo en cuenta que nos acercábamos al dios de la locura, debía considerar la posibilidad más seria de que estuviese sufriendo un brote psicótico o maniático.

Me sentía desconectada de la realidad. No podía concentrarme. No sabía quién era, quien se suponía que era o quien quería ser. Estaba padeciendo las secuelas emocionales de mis arranques de poder divino, mis deprimentes retornos a la fragilidad mortal y mis ataques de terror cargados de adrenalina. En ese estado, aproximarme a Dioniso era buscarme problemas. Solo estar cerca de él ya podía abrir las grietas de la psique de cualquiera.

Percy y yo llegamos a la cumbre. Peleo nos recibió expulsando una bocanada de humo por los orificios nasales. Percy acarició brevemente el hocico del dragón antes de volverse hacia nuestro problema actual.

Dioniso me observó con una mezcla dr sorpresa y horror.

—Así que lo que padre te hizo es cierto—dijo—. Ese glámon sin corazón.

En griego antiguo, glámon significaba algo así como "viejo verde". Considerando el historial romántico de Zeus, dudaba que lo considerase un insulto.

Dioniso me agarró por los hombros, yo me aparté inmediatamente y gruñí.

—Bueno, al menos no perdiste tus principios—dijo él.

Tenía el mismo aspecto que había tenido durante el último medio siglo: un hombre bajo de mediana edad con panza, carrillos fofos, nariz roja y pelo moreno rizado. El tono violeta de su iris era el único indicador de que podía ser algo más que un simple humano.

El porqué decidió adoptar ese aspecto pudiendo tomar el que quisiera, nunca lo entenderé.

—Pobre Artemisa—se compadeció.

Ese inesperado alarde de compasión definitivamente ocultaba algo más, y mis sospechas se confirmaron momentos después cuando me dedicó una sonrisa triunfal.

—Ahora entiendes lo desgraciado que he sido—dijo—. ¡Por fin alguien recibe un castigo más duro que el mío!

Sip, allí estaba el Dioniso que conocía, y al que no quería precisamente.

Las pruebas de la luna: La Torre de NerónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora