Capítulo 16 parte A

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Con la más mínima idea de lo que se planeaba en Londres, Terry y Candy se concentraron en ellos dos. El helado invitado hubo sido aceptado y degustado deliciosamente sentados en un prado verde y florido de un parquecillo cercano.

Su húmedo olor, silentes los transportó a aquellos veraniegos días en Escocia. Lugar que Candy e internamente anhelaba volver a visitar. Había tanto de ellos allá que a revivirlos se dedicó, empezando con aquel frustrado evento de mayo del cual la rubia quedó eliminada, más no olvidada del tío William quien le hubo hecho llegar los disfraces de Romeo y Julieta.

Primeramente, desconcertada, y después envuelta en lo que sería una divertida travesura maquinada, en Montague se convirtió, pudiendo así colarse en la fiesta y confundir a sus amigos.

Llegado el momento de interpretar a la Capuleto, tan absorta estaba en su atuendo que no se percataba que aquel chico que ya llevaba días 'molestándole' para nada se molestaba en estarla mirando en el momento de ejecutada su transformación. Sin embargo...

Recordar el sonrojo que le provocó descubrir que por él hubo sido observada... una bola de nieve cayó en el verde césped.

— ¿Todo bien? — cuestionó Terry en el instante de girarse a ella la cual respondía:

— S-sí.

Entonces...

— ¿Quieres del mío? — él se lo ofreció, y a cambio obtendría:

— No. Ahora siento sed.

Candy se puso de pie, pero ese rubor que había aparecido en sus mejillas, interpretándolas a la perfección consiguieron que Terry también se levantara e indagara:

— ¿Qué pasa?

La contestación de Candy fue rápida. Se había echado a sus brazos para esconder en su pecho el rubor y no lo que la había puesto así.

— Pensé en ti, en mí y en aquel festival del mayo donde...

— ¿Te vi, pero no te miré?

— ¿Juras que no lo hiciste?

— Depende

La respuesta incitó a que ella levantara el rostro para posarse en el de él e inquirir:

— ¿De qué?

— De lo que quieras escuchar.

— ¿E-es decir...?

Por la mente de Terry paseó la explicación más precisa que en sus ojos reflejaban. Pero de decir una verdad, no supo definir reacción. Entonces, Greum sonrió con naturalidad para darle confianza. Y sus palabras no pudieron haber sonado más sinceras:

— Te veías tan hermosa vestida de Julieta que la descrita por Shakespeare jamás podrá compararse.

— Terry

— Te amo, Candy —. Él inclinó su cabeza para posar sus labios en la punta de la nariz respingada de la chica que seguía escuchando: — Y en aquel instante que probé tus labios toda tú se coló en mí y apoderó también.

La cercanía del guapo actor y la soledad del lugar, pero sobretodo el verdadero sentimiento a pesar de que el de él hubo sido impulsado por los celos al haberse mencionado a Anthony al son de un vals, anhelando otra vez sentirlo, la hizo decir:

— ¿Volverías a hacerlo?

— ¿Besarte? — preguntó él, y ella asintió positivamente escuchando: — Siempre, Candy.

Terry descendió para ejecutar la petición; y pese a que fue pequeño el tiempo de mantenidos juntos sus labios, se prometía:

— Siempre lo haré.

DESDE QUE PERDÍ TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora