Capítulo 19 parte B

104 14 3
                                    

Por varios segundos Terence se vio rodeado de silencio. Los varones que tenía alrededor entre ellos se miraban; y pese a hacerlo con los ojos, con éstos se hablaban, diciéndole al guapo actor luego de pasado un minuto:

— No. Lo sentimos. Nuestra tarea tiene más importancia que lo que hay allá fuera. Sin embargo... si en el pasado hubiera mostrado más interés por los quehaceres de su padre, hoy esto no sería necesario. Ahora tome la carpeta que le entrega el Barón Applewhite, y preste atención a lo que él le explicará sobre las propiedades que el Duque de Granchester le había dejado.

Gravemente entre ceñudo y mirando enojadamente al Licenciado Beddinfield, Terry con tosquedad agarró lo ofrecido. No obstante, de aquella y otras acciones irreverentes del joven heredero, los ahí reunidos ya estaban muy bien adiestrados; lo que significaba que él, Terence, tenía las de perder al tener que obedecer esa y otras órdenes.

Pidiendo que Candy realmente lo entendiera, Greum se concentró lo más que pudo para abandonar esa habitación. El problema que cuando lo hizo, ya habían transcurrido cinco días.

Días en los cuales la joven rubia se la pasó entretenida ayudándole al doctor Martí con terapias, y paseando por la cubierta a lado de Elinor Baker, mientras que las noches, en la cama de su camarote, no dormía por estar pensando en él y en cómo ayudarle con lo que parecía iba a ser una posición muy atareada.

Para también ser adiestrada, la pecosa no dudó en ir en su búsqueda. Empero, ni por algún modo ni medio dio con su paradero, lo que la frustraba y entristecía.

Con esos gestos, la señorita Ardley deambulaba por los pasillos del barco. El que le indicaba la salida más próxima, ella tomó.

Previo a hacerse de la perilla de una puerta, por el vidrio circular miró hacia el exterior; y lo que divisó le causó una sonrisa y la urgencia por salir: la hermosa puesta de sol, ese punto donde el astro rey permite ser visto por todos.

Maravillada por los colores que pintaban el horizonte, Candy, sostenida su mano derecha de la baranda, caminaba por la cubierta.

Aquel panorama le había puesto la mente en blanco y ella simplemente sonreía de la preciosidad regalada. A ella se unió el salto de un enorme pez, e increíblemente también... Terence.

Satisfecho de lo logrado y habiendo dejado a más de dos impresionados de lo bien adiestrado que había quedado, el joven Granchester pudo dejar la suite presidencial.

Con urgencia, el joven fue al camarote de su chica, empero Candy precisamente salía; y él, sigiloso, la fue siguiendo, sintiéndose celoso del gesto que ella al panorama le ofrecía.

Envidioso, Terry miró lo que Candy. No obstante, ella le parecía más bella; y debido al tiempo que estuvo sin su presencia... el joven ligeramente carraspeó.

Escuchado, luego de haber girado su atención hacia él, la rubia lo nombró con gran emoción, sentimiento similar que se apoderó de su corazón y la impulsó prestamente a los brazos de Greum.

Éste no podía estar más agradecido. En su pecho, ella apoyaba su mejilla; y con sus brazos lo rodeaba por la cintura para aferrarse mayormente a su cuerpo.

Declararse lo mucho que se habían extrañado, no era necesario. Ese acto lo decía por ellos. También los repetitivos besos que se depositaban en la coronilla dorada.

Así, pasaron buenos minutos, mirando los dos al horizonte y viendo al sol perderse en el océano. Sin embargo, el solitario lucero que brilló destellantemente en el cielo, interrumpió el silencio de ambos.

— Pídele un deseo — dijo Candy; y Terry...

— ¿Otro?

— ¿Cuál fue el primero? — inquirió la joven habiendo levantado el rostro hacia él, quien sonriente la veía, aunque en sí, eran sus labios, en los cuales Terry pondría delicadamente los suyos, y los de ella besaría con prolongada ternura.

Extasiada de sus caricias, Candy se sentía. No obstante, la fría lágrima que cayó en su mejilla la hizo abrir los ojos, separarse de él y preguntarle...

— ¿Qué pasó?

Dentro de sí, ella se reprendía, ya que por instantes se le olvidó el motivo de su viaje; empero en el rostro de él estaba la respuesta. La de Candy fue volver a abrazarlo fuertemente y decirle con sinceridad...

— Lo siento.

— Lo sé — dijo él, y cerró los ojos; corriendo largamente por sus mejillas las lágrimas. Con ella se sentía cómodo, y no le importaba más ocultar sus verdaderos sentimientos. Su padre había muerto; y Terry no tuvo tiempo para despedirse de él.

Candy lo sabía muy bien, por eso no volvió a pronunciar palabra, sino que continuó abrazándolo, y así lo haría hasta llegada la madrugada.

DESDE QUE PERDÍ TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora