Capítulo 6 parte B

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La carcajada que Terence pegó ante la amenaza de Candy, llevaba toda la carga de la felicidad que sentía de tenerla ahí y bromear con ella como siempre lo hacía.

Pasando a su lado, él se dirigió adonde el biombo. Detrás de ello, se desharía por completo de su caracterización, mientras que ella, curiosa, admiraría el lugar, escenario que la pondría serena y a la vez inquieta. Serenidad, porque el miedo de confrontarlo ya había pasado. Inquietud ya que todo eso que miraba también hubo sido parte de Susana y a ella...

— ¿Cómo sigue Albert? — la voz un poco lejana de Terry se hubo escuchado.

— Bien — respondió Candy acercándose a un diván donde dejaría lo que se sostenía y se sentaría. — Ha recuperado ya la memoria.

— Qué bien — exclamó Terry quien no consideró que su cuestión produjera otra necesaria...

— ¿Y Susana?

Aniquilada su sonrisa, él contestaba:

— En la mañana que la vi, también estaba bien.

— Me da gusto — dijo Candy agachando la mirada y volviendo a decir nada.

Lo más rápido que podía Terry se cambiaba. Empero, y sobresaltado debido al silencio que se extendía la llamó.

— ¿Candy?

— Sí — respondió ella; y el ser de él respiró tranquilo.

En pantalones oscuros y camisa blanca Greum salió. También descalzo, fue a ella para decirle...

— Sigo sin creer que estés aquí.

— ¿Por qué? — Candy lo cuestionó viéndolo ponerse de cuclillas frente a su persona.

Terry tomó las manos femeninas que yacía en un regazo y dijo:

— Nos despedimos de la peor manera, que...

Él agachó la cabeza y los dorsos los puso en su boca que pronunciaba:

— Perdóname por no haber actuado en defensa de los dos.

— No había modo. Todo estaba en nuestra contra.

— Pero has venido para rescatarnos, ¿cierto? — en conjunto él la hubo mirado.

Y en los oceánicos ojos Candy se perdió diciendo:

— No ha sido fácil venir para hacerlo. Ella ha dado tanto por ti, que... me hace sentir mal. Sé que le causaría mucho dolor y...

— ¿El que ella ha provocado no cuenta?

La rubia que seguía mirándolo, recordó en el rostro masculino todo lo que él había padecido. Las malas críticas. La renuncia a su pasión. La desesperanza. El alcohol. La perdición, sin mencionar todas las lágrimas que ella había derramado desde aquel día.

— Nuestros caracteres son fuertes.

— El mío no — Terry lo reconoció. — Yo, desde que perdí tu amor, he vivido como si estuviera muerto o buscando estarlo para no sentir todo esto que siento, desde frustración, rabia, impotencia... cobardía. Por eso... huí. Para mitigar mi dolor en algo que me hiciera desaparecer. Desintegrarme. Inclusive morir.

— ¡No digas eso! — Candy zafó una mano para ponerla en su boca. — Porque eso es precisamente lo que más le agradezco a ella... haberte salvado.

— Pero al hacerlo, mi vida ha quedado engrilletada a una mujer que no amo; y no creo amar nunca, porque... tú lo eres todo para mí. Por ti es que he vuelto aquí. La fortaleza que espiritualmente —creyéndola una alucinación— me transmites es mucho muy fuerte y eso... no me permitirá amarla, aunque así me lo proponga. Aunque así tú me lo pidieras... es imposible hacerlo.

— ¿Entonces... aún sin mi presencia tú...?

— ¿Me quedaría con ella? — él completó la oración, por ende, la rubia asintió escuchando. — Al principio... los miles de remordimientos que se aglomeraron en mi cabeza, no me dejaban en paz. Haber permitido que te fueras fue algo con lo que después no pude lidiar. Menos el verla tumbada en esa cama; saberla incompleta por mi culpa; y por su culpa... tú lejos de mí. Luego... en el estado más deplorable que un hombre pudiera llegar... te vi.

Candy, al oírlo, se llevó la mano a la boca para apagar la sorpresa que aquello le produjera, y Elinor Baker le asegurara hubo pasado para que él reaccionara.

— Tú, entre gente que no deberías estar, estabas. Y tus lágrimas se clavaron en mí y dolieron peor que mil puñaladas. Te había fallado. Te había pedido que fueras feliz cuando yo... ya era el ser más infeliz del planeta.

— Debiste habérmelo contado a mi llegada.

— Y de haberlo hecho, ¿qué tanto hubiera cambiado nuestra situación? Susana ya había arriesgado su vida por mí. Y yo, no salía de un shock cuando entraba a otro. ¿Tienes idea de lo que fue sentir un cuerpo tan frágil como el de ella empujándome con todas sus fuerzas para tomar mi lugar y quedar debajo de un set de luces? Luego, llegó el alivio momentáneo de saberla con bien porque al segundo siguiente nos enteraban que tuvieron que amputarle la pierna derecha todo por salvar mi vida. Se había sacrificado por mí y yo... acusado por su madre de haberle arruinado su futuro. Los primeros días, la señora Marlowe prohibió mis visitas al hospital. Yo insistí en hacerlas porque sabía que era mi deber; y el día que finalmente pude verla... Susana, entre otras cosas, preguntó por ti. También me responsabilizó de haberle hecho eso y dijo que era mi obligación quedarme a su lado por el resto de mi vida. ¿Te das cuenta de lo que ya habían hecho de ella? La ilusión con la que te esperaba, la tuve que frenar. Tenía tantos deseos de abrazarte aquel día de tu llegada que... el destino ya me había atado a algo que no estaba dentro de mis planes; y eso incluía el no poder disfrutarte como yo quisiera porque mitad de mí estaba contigo dándome cuenta lo bien que la paso a tu lado; y la otra abrumada debido a los reproches y las presiones de la señora Marlowe y las facciones y los comentarios deprimentes de la misma Susana respecto a tu arribo. En fin... ¿qué hubieras hecho luego de haber sabido eso? ¿devolverle la pierna a Susana para que me dejara en paz?

— ¿Por qué siempre tienes que ser tan sarcástico? — la mano de Candy se posó en la cabeza de Terry para apretarle el cabello.

— Porque me encanta hacerte rabiar — dijo un sonriente joven, el cual, sintiéndose entumido de su pose, se puso de pie para buscar su calzado.

Éste yacía detrás de la rubia que lo vería sentarse a su lado para colocarse primero los calcetines y oír lo siguiente.

DESDE QUE PERDÍ TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora