Cortamente instruido en la carga de trabajo que su padre dejara en sus hombros hasta que él tomara las riendas del propio, Terry, en el despacho del castillo Granchester, llevaba horas atendiendo a tres nobles más.
Una noche apenas tenía de haber llegado con su pecosa esposa y tal parecía que lo hubieron seguido para bombardearlo con asuntos que el joven no estaba del todo familiarizado. Por ende, en lo que un delgado ser le hablaba, él pensaba en ella, en la cual, y mientras Terry se desocupaba, acompañada de la señora Katherine, ama de llaves, entraban a la sala galería de los Granchester.
— ¡Cuánto polvo! — dijo Candy; gritando después y haciéndose a un lado para que no le cayera encima una pesada cadena que golpeara también a uno de los inmóviles caballeros con armaduras.
Recordando que una vez así, espantada por un ruido, Candice saltó a los brazos de Terry, sonrió; lo que conseguía:
— ¿Nunca había estado aquí?
— Sí, una vez. Ayúdeme con las cortinas — aquellas que en ese mismo ayer él corriera para ver a través de su ventana. — ¡Hermoso! — exclamó la rubia; y cerró los ojos para disfrutar la brisa escocesa.
— Señora, ¿querrá que empecemos a limpiar a partir de aquí?
— Sí, pero también quiero que me ayude con un poco de historia.
— Todas estas armaduras pertenecieron a los ancestros del Joven Terence.
— Me lo imagino — dijo la pecosa yendo a un estático y altísimo caballero.
Detrás de ese, Candy divisó un escondido librero. Moviéndose con agilidad fue hasta ello para quitar primero unos cuantos kilos de polvo y otras libras de telarañas, lo que la haría inquirir:
— ¿Nunca antes tuvieron la curiosidad de limpiar este lugar?
— Es que también representa lo antaño, señora
— Yo creo sí — respondió una irónica chica, que emplearía un poco de fuerza para sacar un libro.
Ese tenía como título "Protocolos en la realeza" y Candy se interesaría por leerlo a solas. No obstante, cuando estuviera acompañada y eso porque era hora del almuerzo:
— ¿Terry? — él yacía sentado frente a ella; — ¿puedo hacerte una pregunta?
— Todas las que quieras, pecosa.
La chica, aprovechando que estaban solos, inquiría:
— ¿Qué tanto sigues los protocolos reales?
Levemente burlón, Greum respondía:
— ¿Qué tanto me has visto seguirlos?
— Eso quiere decir... ¿qué omitirás algunos?
— No lo sé. ¿Como cuál por ejemplo?
Granchester había bajado la mirada para cortar un pedazo de cordero. Y debido al silencio que la envolviera, levantó los ojos y la vio ciertamente apenada. ¡Claro! Lo que hubo visto y leído en aquel libro la tenían más nerviosa, y es que... bueno, ellos todavía no se conocían en la intimidad, y de sólo pensarlo...
— Sólo los reyes, en su noche de bodas y para ánimo o comprobación, pueden tener audiencia en su recámara ¿cierto?
A pesar de que Candy lo había dicho tan rápido, a los oídos de Terry había llegado bastante claro. ¿Reírse de eso? El pobre joven no podía. ¿O no se atrevía? Pero sí mirarla fijamente, ya que, para él, sí, ese pasado acto era muy de dos; y eso de los ánimos...
— ¿De dónde lo...? — Greum no sonó como pensaba al precisamente animarse a contestarle.
— Sólo dime que no.
Así sería:
— No, Candy —; y Granchester tosió para tomar la servilleta, cubrirse el sonrojo y secarse levemente el sudorcito debido a lo nervioso que aquello lo puso. Además, por algo ella lo hubo dicho así que...
Sin decir más, los recién casados terminaron sus alimentos en silencio. Posteriormente...
— Quisiera recostarme un poco.
— ¿Ya no tendrás más visitas?
Él negó con la cabeza. Además, quien más quisiera verlo, los empleados sabrían qué decir en el momento de verlo tomar la mano de su esposa e irse juntos hacia el segundo nivel, donde la habitación de los dos ya estaba lista para recibirlos.
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DESDE QUE PERDÍ TU AMOR
Fiksi PenggemarCandy anda en la búsqueda de Albert; y en el camino, se encontrará con una madre angustiada y enferma que necesitará de una enfermera no muy segura de querer atenderla por ser también el camino directo a Terry. ************ Escrita primera vez escri...