Un adormitado y regordete personaje caminaba por el pasillo. Su meta era alcanzar el comedor y tomar los alimentos matutinos. No obstante, y antes de dirigirse allá, a su bella paciente visitaría. Pero la jovial asistente del eficiente doctor Martí que yacía bajo el umbral de una puerta llamó su atención.
— Buenos días, Candy
— Buenos días, doctor Martí
— ¿Todavía no liberan al joven Greum?
— Ya; pero en estos momentos está con su madre.
— ¿Pasa algo?
— Terry ha tenido noticias de su padre
— Y espero que sean buenas
— No, lamentablemente.
— Caramba —; una mano la llevaron a la cabeza para rascarla. — ¡Qué lamentable! — se expresó. Y con interés se preguntaría: — ¿Ya se lo reportaste a Albert?
— ¡No! — Candy puso un rostro de haberse olvidado. — Ni siquiera pensé en hacerlo.
— Bueno, ¿pues qué te parece si lo hacemos? Así les damos tiempo a nuestros amigos de aliviar su pena y...
— Ahí ya viene Terry — indicó Candy a espaldas del doctor Martí, quien se giró para toparse con el chico y decirle:
— Muy lamentable su pérdida, joven Granchester.
— Sí, Doctor. Gracias.
— ¿Cómo está su señora madre?
— Bien. Lo está tomando bien — informó Greum mirando a su prometida.
— Menos mal. Sin embargo... — el doctor apuntó una dirección — me gustaría visitarla.
— En estos momentos se alista para acompañarnos a desayunar.
— Oh, entiendo.
— Yo también quisiera asearme un poco — comentó el guapo chico.
— Está bien. Aquí sigo esperando.
— Bien — dijo Terry acariciando el delicado rostro de Candy. Después él emprendió la retirada y el doctor Martí volvió a sugerir fueran a reportarse con Albert.
Sin tener ambos qué hacer, la rubia Ardley apoyó la idea. Más tarde, ya cuatro humanidades estarían ocupando una mesa de restaurante cuando a manos de Terry se haría llegar un telegrama.
Las palabras ahí impresas se las dedicaba su amigo Albert. Otras pocas indicaban el pésame para Elinor y cuatro líneas a su hija adoptiva, a la cual le reiteraba su apoyo incondicional.
Agradecido el gesto, Terry, Candy, Elinor y el doctor Martí prosiguieron con sus alimentos. A punto de finalizarlos, se les informaba lo cercano que ya estaban del puerto de South Hampton.
Por alguna razón, uno de los cuatro rostros se entristeció. E inmediatamente un segundo quiso saber:
— ¿Pasa algo, Candy?
— No... nada — su vocecita se había quebrado. En cambio, otra que sintió un celoso pinchazo diría:
— ¿Acaso se trata de un triste recuerdo?
Los ojos de la rubia prestamente se posaron en su prometido que la retaba con la mirada. Sin amedrentarse ella contestaría la afrenta:
— La primera vez que vine a Londres, en el muelle me esperaban Archie y Stear.
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DESDE QUE PERDÍ TU AMOR
FanfictionCandy anda en la búsqueda de Albert; y en el camino, se encontrará con una madre angustiada y enferma que necesitará de una enfermera no muy segura de querer atenderla por ser también el camino directo a Terry. ************ Escrita primera vez escri...