Capítulo 20 parte B

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Un adormitado y regordete personaje caminaba por el pasillo. Su meta era alcanzar el comedor y tomar los alimentos matutinos. No obstante, y antes de dirigirse allá, a su bella paciente visitaría. Pero la jovial asistente del eficiente doctor Martí que yacía bajo el umbral de una puerta llamó su atención.

— Buenos días, Candy

— Buenos días, doctor Martí

— ¿Todavía no liberan al joven Greum?

— Ya; pero en estos momentos está con su madre.

— ¿Pasa algo?

— Terry ha tenido noticias de su padre

— Y espero que sean buenas

— No, lamentablemente.

— Caramba —; una mano la llevaron a la cabeza para rascarla. — ¡Qué lamentable! — se expresó. Y con interés se preguntaría: — ¿Ya se lo reportaste a Albert?

— ¡No! — Candy puso un rostro de haberse olvidado. — Ni siquiera pensé en hacerlo.

— Bueno, ¿pues qué te parece si lo hacemos? Así les damos tiempo a nuestros amigos de aliviar su pena y...

— Ahí ya viene Terry — indicó Candy a espaldas del doctor Martí, quien se giró para toparse con el chico y decirle:

— Muy lamentable su pérdida, joven Granchester.

— Sí, Doctor. Gracias.

— ¿Cómo está su señora madre?

— Bien. Lo está tomando bien — informó Greum mirando a su prometida.

— Menos mal. Sin embargo... — el doctor apuntó una dirección — me gustaría visitarla.

— En estos momentos se alista para acompañarnos a desayunar.

— Oh, entiendo.

— Yo también quisiera asearme un poco — comentó el guapo chico.

— Está bien. Aquí sigo esperando.

— Bien — dijo Terry acariciando el delicado rostro de Candy. Después él emprendió la retirada y el doctor Martí volvió a sugerir fueran a reportarse con Albert.

Sin tener ambos qué hacer, la rubia Ardley apoyó la idea. Más tarde, ya cuatro humanidades estarían ocupando una mesa de restaurante cuando a manos de Terry se haría llegar un telegrama.

Las palabras ahí impresas se las dedicaba su amigo Albert. Otras pocas indicaban el pésame para Elinor y cuatro líneas a su hija adoptiva, a la cual le reiteraba su apoyo incondicional.

Agradecido el gesto, Terry, Candy, Elinor y el doctor Martí prosiguieron con sus alimentos. A punto de finalizarlos, se les informaba lo cercano que ya estaban del puerto de South Hampton.

Por alguna razón, uno de los cuatro rostros se entristeció. E inmediatamente un segundo quiso saber:

— ¿Pasa algo, Candy?

— No... nada — su vocecita se había quebrado. En cambio, otra que sintió un celoso pinchazo diría:

— ¿Acaso se trata de un triste recuerdo?

Los ojos de la rubia prestamente se posaron en su prometido que la retaba con la mirada. Sin amedrentarse ella contestaría la afrenta:

— La primera vez que vine a Londres, en el muelle me esperaban Archie y Stear.

DESDE QUE PERDÍ TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora