EPÍLOGO parte A

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Bajo el verde y tupido follaje del segundo padre árbol en la segunda colina de Pony, Terry, sentado al pie y recargada su espalda en el grueso tronco con Candy entre sus piernas, los ojos de ambos, además de disfrutar de su cercanía, lo hacían del horizonte y del ocaso del día.

Horas habían pasado ya de celebrarse el rito mortuorio de Richard, Duque de Granchester. Horas también de que por una persona fueran buscados hasta que los encontró.

— ¡Terence Greum Granchester y Candice White Ardley!

Ahora sí, los dos jóvenes habían escuchado la enérgica voz de la superiora del religioso plantel, y no la pasada imitación de la rubia, quien presta, se pondría de pie y diría:

— ¡Hermana Grey, lo sentimos mucho!

Con urgente nerviosismo, la negramente enguantada mano de la señorita pecas se movía, indicándole con ello a su compañero dejara su cómodo lugar, y desde el cual, Terry sonreía con burla.

Además, la encargada del Real Colegio San Pablo no los miraba más sino lo que ellos con anterioridad: la ciudad londinense pintada de anaranjado y la gruesa nube grisácea que paseaba por los cielos.

En tanto, los chicos, aguantándose las ganas de reír, se mirarían entre ellos al haber escuchado de la seria mujer...

— Qué hermoso atardecer — uniéndose a ello, la presencia de la rebelde y linda pareja.

Dos segundos después de haber llegado el eco de sus palabras dichas, la superiora regresó a su pose formal para decirles:

— Es verdad que ya no son parte de la institución. Pero aún así les recuerdo que hay otros y nuevos jovencitos que pudieran verlos y...

— No se preocupe, Hermana Grey — Terry lo dijo ya estando de pie; — ya estábamos por retirarnos.

— No sin antes oírme, muchachos.

Éstos, sorprendidos, volvieron a mirarse. Greum tomó la mano de su prometida; y así sosteniéndose y poniéndose muy juntos provocaron una sonrisa en el rígido rostro de la cual esa boca pronunciaba:

— No van a creerlo, pero... me alegra mucho verlos.

— A nosotros también — contestó la sincera Candice.

— Lamento bastante no haber podido ayudarles cuando lo necesitaron.

— Eso ya no importa ahora, Hermana Grey.

Terry, sin la intención de ser irrespetuoso, pasaba un brazo por la cintura de su futura esposa.

— Las cosas pasaron porque así tuvieron que ser.

— Me vuelve alegrar saberlo, Terry —, quien aprovecharía:

— Ya que pensándolo bien y si de verdad quiere enmendar su error... — aunque no hubiera sido su culpa por seguir reglas establecidas.

— ¿Cómo, hijo? ¿cómo lo haría?

— ¡Cásenos!

— ¡¿Qué dices?! — dos rostros expresaron asombro.

— Tiene autorización para hacerlo, ¿o no?

— Pero...

— Terry, ¿así? — indagaba la pecosa chica. — Sin tu madre, ni...

— Candy... — Greum la tomó con firmeza de la mano, — francamente te digo que aquí, sólo tú y yo importamos.

— Lo sé, pero...

— Tienes razón, Terry. No tendría problema alguno en casarlos — contestó la hermana Grey frente a la hesitación de la jovencita Ardley.

— ¿De verdad? — cuestionó la involucrada; y la religiosa asentiría con la cabeza y también daba opinión...

— Aunque el negro se te ve bien, Candy, el blanco es lo ideal para la ocasión.

— Pero no quisiera perder más tiempo, hermana — fue turno del "desesperado". — Pronto debo estar frente al rey para recibir mi nuevo nombramiento y...

— Tu esposa estará a tu lado, muchacho. Ya lo verás —. Pero primero, en una ceremonia privada, se llevaría a cabo su unión espiritual. 

DESDE QUE PERDÍ TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora