Capítulo 9 parte A

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La escena que se miraba a continuación era de lo más divertida. Las miradas consternadas de cada uno estaban en las direcciones que habían tomado aquellos que les interesaban. Por ejemplo, Elinor estaba direccionada hacia la puerta que Terry apenas había cruzado. El doctor Martí en las escaleras que Candy reciente y furiosamente había ascendido.

Sin marcarlo nadie, a la cuenta de tres los dos adultos se giraron para mirarse entre ellos. Ninguno comprendía lo que había pasado. Y porque sus rostros lo reflejaban, enferma y médico al unísono comenzaron a reír; y no tanto de la situación juvenil, sino de lo visto entre los mayores.

— Me perdí — dijo el experto en rompecabezas rascándose la cabeza.

— Yo igual.

— ¿No habían hecho ya las pases?

— Pero usted mismo lo escuchó. A ella le molestó que mi hijo no le comentara la nota del periódico.

— Pues sí, pero...

— Voy a mandar a llamarla para que desayunemos.

— No, no se moleste. Yo iré personalmente por ella —, y es que Martí quería la primicia; una como la que Candy apenas había leído y que, en su recámara, caminaba como gatito enjaulado mientras decía:

— ¡Aquella primera vez cuando me enteré del accidente de Susana, lo hice por medio de otros! ¡No te atreviste a contármelo a pesar de pasar tiempo juntos y hoy... estamos nuevamente aquí y vuelves a hacer lo mismo! ¡Ocultarme algo tan importante como su muerte! ¡Además...!

Una serie de preguntas llegaron de repente a ella; y el que poseía las respuestas ya se había ido. Plus ¿cómo cuestionarlo si ella misma le había impedido hablar?

— ¡Demonios! — despotricó la joven deteniéndose y dándose cuenta de lo que había hecho.

Creyéndolo abajo, Candy se dirigió a la puerta. Salió; e yendo de camino hacia las escaleras por éstas subía el doctor el cual le decía:

— Ya iba por ti. El desayuno está listo

— ¿Y Terry?

— Hace minutos que se fue

— ¿Lo hizo?

— Sí, dijo tener... cosas por hacer. Pero volverá después. Me imagino quiere que hablemos con respecto de la salud de su madre.

— Sí... yo también lo creo.

Mirando hacia una puerta, Candy apoyó su mano en la baranda. Sin perder de vista su objetivo comenzó a descender. El impulso de salir y correr detrás de él no estaba tan lejos. Terry tampoco. Al final de un pasillo se había detenido. Bueno, lo hizo así al ser interceptado por una ración de reporteros que le lanzaban preguntas que se perdían entre las mismas.

— Uno por uno, por favor — el actor pidió. — Y les contestaré sólo algunas.

— ¿Estaba presente cuando murió Susana?

— No. Estaba en función.

— ¿Por qué no la llevó al teatro para que la presenciara?

Por segundos el actor se mantuvo callado; y estaba a punto de hablar cuando...

— ¿Adónde fue después de renunciar?

— Por ahí

— Por ahí ¿dónde?

— A cualquier parte

— ¿Es verdad que cayó en las garras del alcohol?

— Sí.

DESDE QUE PERDÍ TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora