Como todas las mañanas, la portera aseaba la entrada principal de ese edificio neoyorkino. Y por habérsele divisado, el madrugador cartero se le aproximaba para hacerle entrega de la debida correspondencia. Sin embargo, había un telegrama que debía ser entregado con urgencia, y por lo mismo, era el primer sobre de muchos.
Puestos todos en una mano y dados los buenos días, la mujer dejó sus enseres domésticos y se encaminó hacia un departamento.
Ése yacía vacío por estar su habitante en la azotea. Lugar donde recibiera el día increíblemente en los brazos de ella que hacía rato que había abierto los ojos. No obstante, lo último que quería era despertarlo y alejarlo. Lo percibía tan profundamente dormido y tranquilo que le parecía un crimen moverlo y todo para que ella visitara un baño.
Por lo tanto, para seguir disfrutando de su cálido abrazo, Candy cerró los ojos y revivió los besos de la noche anterior; pero al llegar a la parte donde Greum se había tornado un poquito agresivo y sutilmente la había acomodado sobre las mantas, la molestia o la incomodidad que le produjera, volvía hacerse presente. Y con ella aumentaban las ansias de acudir al sanitario, y lo haría gracias al sentir que él le quitaba el brazo de encima y... ¡de repente y espantado! se enderezaba para quedar sentado y ver dónde estaban.
Ella, la cual yacía de lado y le daba la espalda, Terry, ubicado, buscó; y al verla junto a él esbozó una sonrisa, inclinándose para dejarle un beso en la mejilla y desearle...
— Buenos días.
También sonriente sólo que, debido a su caricia, Candy fue moviéndose hacia el actor. Éste conforme se ponía de pie, acomodaba sus cabellos y tallaba ligeramente su rostro, decía...
— Nos hemos quedado dormidos a la intemperie
— Eso parece
— Y también que es tarde —, él oía el ruido de abajo; y a la terraza se hubo acercado para verificar el movimiento matutino.
Sin su ayuda, la rubia se incorporó; y mientras levantaba las frezadas y su caja de chocolates, lo enteraba...
— ¿Te molestará si bajamos? Debo... tengo...
— Por supuesto — dijo él al haber atendido rápidamente el sonido de su voz.
Por la urgencia que se notaba en un rostro y el movimiento hasta eso discreto de un cuerpo, fue a tomarla de la mano; y como los jóvenes que eran se echaron a correr escaleras abajo.
Sus risas podían escucharse conforme descendían; y cesarían al llegar al departamento, siendo la puerta abierta por Terry.
Candy se soltó para seguir corriendo sola hacia el baño. Él se había rezagado al ser atraído por la misiva que se había deslizado por la rendija y yacía en el suelo.
Levantada y cerrada una puerta, Greum retomó sus pasos, rasgando en el camino el sobre. El nombre del remitente lo había hecho fruncir el ceño debido a que lo desconocía. Y lo remarcaría gravemente al enterarse de lo urgente que su presencia era requerida.
Su padre lo mandaba a llamar, y él... sintió un pronunciado escalofrío. Todo ese tiempo sin saber de él, lo creyó olvidado ya que la última vez que se confrontaron...
Richard Granchester, después de haberse entrevistado con la hermana Grey y entregado su donativo correspondiente, solicitó la presencia de su hijo, el cual, a una negativa de responder un llamado, hubo sido visitado en su dormitorio para ser informado...
— Terence, necesito hablar contigo
El joven yacía frente al ventanal y no acudió a las palabras de su padre quien no dudó poner un gesto de consternación al mirarlo tan taciturno.
— He recibido carta de Elinor, pidiéndome que te devuelva a ella
Ese hecho hubo atraído la atención del chico, el cual, se volvió rápido a su progenitor quien le preguntaba:
— ¿Estás viendo a esa mujer?
— ¿Esa mujer? – hubo molestia en la cuestión; y en la respuesta también. — Ella es la mujer que una vez amaste
— ¡Eso es historia pasada!
El grito informándolo le irritó tanto que no tuvo más que continuar escuchando...
— Eres un Granchester. Piensa en eso antes de actuar
— ¡Al diablo con eso! ¿Qué de importante tiene ese nombre?
Su padre se la daría al sentenciarle:
— No vuelvas a encontrarte con ella otra vez, Terence; porque si lo haces... yo te desconoceré.
Si eso había quedado asentado, ¿qué lo había hecho cambiar de parecer? Además, él reconocía que su madre lo amaba más que su padre y se hubo prometido no amar como Richard lo había hecho y por eso...
El sonido de la puerta que se abría consiguió que la misiva fuera hecha pedazos; y con la excusa de ir a poner té para ofrecer a su invitada, en un cesto de basura tiró los trozos de papel.
Frente a la estufa, Candy lo encontró. Y con todas las intenciones de ayudarle se le acercó, aprovechándolo él para dejarla a cargo de la tetera mientras que Terry iba al área que ella recientemente hubiera ocupado y después a su habitación para cambiarse de ropas.
Para acompañar una ricamente olorosa infusión, la rubia agarró un plato extendido y de la alacena tomó algunas galletas.
Delicadamente colocadas, las llevó a una mesa, sobre la cual pondría dos servicios. Y para aguardar por el té y por él, la rubia se sentó pensando en lo que harían durante el día, pero sobretodo...
Al acordarse, Candy se puso de pie y fue adonde había un escritorio. De ahí cogería una hoja blanca y una pluma; y con ellas en la mano regresó a su lugar para escribir unas notas. Éstas serían dedicadas a sus madres. Lo mismo que un desayuno acompañando a otra ya que Terry consiguientemente de salir para disfrutar con ella el té, le pediría ir adonde Elinor para hablar con el Doctor Martí y le diera razón de ese inexplicable problema de salud de la bella actriz que en su habitación era ayudada a vestir.
El galeno ya se le veía en la sala entretenido como siempre con sus rompecabezas. Uno que sostenía una empleada que le llevara un jugo y ya intentaba resolver el acertijo.
Sujetando el suyo en la mano, el médico la veía; y porque estaba a punto de lograrlo...
— ¿Cambiamos? — le propuso. Sin embargo...
— No, ya casi lo tengo.
— No es así —, se le acercaban diciendo: — Piensas que lo tienes, pero...
— ¡Listo! — se exclamó con triunfo y mostrando en cada mano un gancho.
— ¡Vaya! — el doctor se rascó la cabeza debido a la sorpresa que le indicaba...
— Buenos días — una elegante Elinor yacía parada a mitad de las escaleras.
— Buenos días, Miss Baker —, quien a su lado iban preguntándole: — ¿cómo nos sentimos hoy?
— Mejor que ayer. ¡Míreme! He podido levantarme y caminar hasta aquí.
— Me alegra. Pero no hay que abusar — el doctor Martí llegó hasta ella para ayudarla a descender; y en lo que lo hacían...
— ¿No han llegado los chicos? — se hubo cuestionado.
— No, para nada.
— Entonces, ¿desayunamos? Quisiera salir un rato.
— Adonde usted me indique, la acompañaré.
La amabilidad del Doctor Martí fue compensada con una bella sonrisa. Y ésta se alargaría al cerciorarse que detrás de la puerta que hubo sido llamada, estaban su hijo y compañía.
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DESDE QUE PERDÍ TU AMOR
Fiksi PenggemarCandy anda en la búsqueda de Albert; y en el camino, se encontrará con una madre angustiada y enferma que necesitará de una enfermera no muy segura de querer atenderla por ser también el camino directo a Terry. ************ Escrita primera vez escri...