Capítulo 11 parte A

136 16 0
                                    

Si por ella fuera, Candy hubiera preferido quedarse como estaba: apoyada su mejilla en el pecho masculino; su oído escuchando los latidos de su corazón y en su cuerpo sus brazos, abrazándola apretadamente.

— Como quisiera que el tiempo se detuviera para quedarnos así por siempre.

Al sonido de su voz, la rubia sonrió; pero al instante siguiente recordó que unas palabras similares ya se las había dicho con anterioridad.

Reviviendo aquella fatídica noche de invierno, la chica fue separándose poco a poco para decir:

— Debes tener hambre.

— La tengo, sí — respondió Terry, entregando finalmente el presente que le llevara.

A primera instancia, Candy miró su regalo; y debido a su forma indagaría conforme lo agarraba:

— ¿Son chocolates?

— No me dirás que no te gustan, ¿verdad?

— No, no; al contrario ¡me encantan! Pero cenemos y después los disfrutamos.

El joven Granchester asintió con la cabeza y sonrió cuando ella lo tomó de la mano para guiarlo hasta la mesa de comedor.

Allí y antes de que él se sentara, ella le mostraba mientras decía:

— No soy muy buena cocinera, pero...

— No te preocupes. Confiaré que mi enfermera me rescate del envenenamiento del que sea presa.

— ¡Terry!

Éste se carcajeó y se acercó a dejar un beso en la punta de la vecina, respingada y fruncida nariz.

Sabiendo lo mucho que le gustaba bromearla, la rubia dejó su enojo para empezar a servir.

— Te ayudo — se ofreció él; y ella...

— No, yo puedo sola — lo hubo aprendido en los días de soledad, aquellos en los que la dejara Albert después de desaparecer.

Pero gracias a él es que ella pudo preparar algo rico para el actor que a su olfato llegaba el olor; e interesado preguntaba en lo que tomaba su asiento:

— ¿Qué es?

— Huele bien, ¿verdad? — Candy tomaba un plato para servir.

— Bastante.

— Me lo enseñó Albert.

— Albert — se mencionó no con tono emocionado. — ¿Y qué ha sido de él?

Terry recordaba se le había notificado por carta el apartamento que compartían.

— ¿Creerás que no lo sé? — la rubia ya se acercaba a dejar la porción. — Te conté que antes de dar contigo me hizo llegar un regalo...

— Ah, sí —, Greum miró el contenido del plato que se le ponía enfrente.

Parada a su lado ella diría:

— Fui en su búsqueda, pero te hallé a ti; y desde ese día no sé nada de él.

— ¿Sigue amnésico?

— No; recuperó la memoria según una nota que me dejó. Ahora, come — Candy lo instó a probar; y debido a la hesitación... — No seas cobarde e inténtalo. Ya si de verdad no te gusta, tienes la opción de llevarme a un restaurante.

— Lo haré, pero en otra ocasión. Lo que te di era todo mi capital.

— ¡¿En serio?! — exclamó Candy mezclando preocupación.

DESDE QUE PERDÍ TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora