Capítulo 8 parte B

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Y Terry también lo recordó.

Terry, ha pasado bastante tiempo. No te quedes ahí, hijo —; y lo pasó a la sala. — Pero tampoco debes venir aquí. Nadie debe saber que eres mi hijo. No me lo tomes a mal. Terry — Elinor con un beso y... — te amo — quiso compensarlo. — ¡Eres el hijo de los Granchester! ¡no le digas a nadie que eres mi hijo!

Ni tampoco su actitud al verlo en el interior de la pieza.

— Lamento lo tarde de la visita, pero...

— No importa. Pasa y ven.

Los brazos de Elinor se ofrecían a él el cual indagaría en su camino:

— ¿Qué sucede contigo?

¿Por qué tus pasos son tan lentos? — pensó la actriz; y en voz alta: — Sólo necesito reposo —. Ella sintió una eternidad cuando la mano de Terry finalmente la tocó.

— Quisiera creerte — el guapo actor, en el dorso de la mano, pondría un beso.

— Entonces, ya el doctor Martí te lo afirmará. ¿Tú, cómo has estado?

— He estado — dijo el joven buscando el asiento más cercano. Éste estaba a un lado de su madre; sin embargo... Terence fue a ocupar un sillón individual.

La distancia que entre ellos había, hasta eso era poca; y desde sus lugares los dos podían notar: la pregunta de Elinor que consistía en...

¿Cuándo dejarás de ser tan seco?

Y la de Terry...

¿Por qué, si estoy emocionado de verla, no estoy en los brazos que me ofreció a mi llegada?

Agachando la cabeza, Elinor buscó la foto que hubiera estado sosteniendo. Y para hacer plática, le preguntaría, mostrándosela:

— ¿Te acuerdas de esto?

Terence dejó su asiento para acercarse y tomarla. Era la imagen que en su mente de ellos tres guardaba. Y por lo mismo contestaba...

— Sí.

— En esa ocasión, tu padre nos invitó a visitar unas propiedades que adquiriría en Nueva Jersey.

Además, Richard sólo quería llevarse a Terry; pero como Elinor le tenía desconfianza hubo pedido permiso en el teatro para irse con ellos, pactando los mayores no pelear como lo hacían constantemente, siendo ese día el recuerdo más apreciado de Terence.

— Parecíamos una familia feliz — dijo él; y ella...

— Sí. Lo éramos.

— Hasta que el Duque lo echó a perder arrancándome de tu lado.

— Pero hoy lo estás — la diva volvió a ofrecer su mano.

— Tienes razón — Terry la aceptó y sonrió especialmente para su madre que con su mirada suplicó un abrazo.

Porque él también lo necesitaba, el joven actor derribó la muralla de resentimiento que había construido para con ella y en ellos fue a caer, no habiendo palabras que representaran lo que en ese momento los dos estaban sintiendo. O quizá sí; y eso era haber vuelto a casa. ¡A su madre! ya que en el mundo no habría amor mayor que el de una con o sin errores.

El silencio que los rodeaba se había apuntado como el espectador número uno de la escena. Sin embargo, lo irrumpieron los besos que empezaron a sonar y a darse por todo un rostro que lo permitía, al igual que unos oídos que oían...

DESDE QUE PERDÍ TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora