Capítulo 5 parte A

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El temblor que se generara en su corazón, ya se había apoderado totalmente de ella. Las piernas casi no le respondían; y se le hacía imposible llegar a la puerta que estaba a tres pasos de distancia de su persona.

Los nervios. El saber de una reacción. Conocer de otra. El cambio que daría su vida. Albert. En fin, miles de pensamientos tenían hecho un caos su cabeza, la cual sostendría por cuestión de minutos.

Para hacerlo, Candy detuvo su andar y recargó su cuerpo en la pared. No quería decirlo, pero...

— Siento que no podré — lo dijo conforme se masajeaba las sienes, — no podré mientras ella viva.

Recuperada y arrepentida, la rubia intentó regresarse; empero, una vocecita interna y bastante recriminadora le preguntaba:

— ¿Lo harás tú? ¿vivirás siempre pensando en los demás? ¿desearás y procurarás la felicidad para ellos menos la tuya? ¿te quedarás en tu departamento sola aguardando por quién? ¿mendigando qué? ¿cinco minutos de su atención? ¿obedeciendo sus órdenes? ¿disponiendo de ti como gusten?

— No — dijo audiblemente.

— Entonces, regresa. Confronta tu realidad. Y si en ella descubres que ya nada vale la pena, habrás cerrado un capítulo para volver a empezar.

. . . . .

La indignación de Archie era tanta, que yendo en una dirección, internamente pedía ser detenido en su misión. Sí; con arduo fervor lo pedía, porque Neil, con su estúpido capricho, había tocado una fibra todavía muy sensible: la del dolor de haber perdido a su hermano en la guerra; y por ende, no iba a permitirle que lo tomara a la ligera con tal de conseguir casarse con su querida prima Candy. No. Ella debía ser la que eligiera. Él, y realmente lo lamentaba, en su camino se había cruzado Annie; y en el ayer, en aquellos inolvidables días de colegio...

Está durmiendo ahora; y me pidió quedarme a su lado.

Archivald se lo informaba a Candy afuera de una habitación.

Annie se sentirá mejor si te quedas a su lado. Archie... por favor, cuida de ella.

Lo haré

Eso hubo sido su palabra, y ahora lo procuraba, resultando con el transcurso del tiempo, que Annie había sabido ganarse un poco de su afecto, el cual completaría con...

— ¡Hijo! — sonó la voz de la señora Cornwell.

Al atender el llamado, Archie sonrió al distinguir a sus progenitores.

Éstos habían salido de su habitación para ir en su búsqueda.

— ¿Es urgente lo que tienes que hacer? — lo cuestionaron al haber notado la velocidad de sus pasos hacia la pieza de la Señora Elroy.

Sí, lo era; pero también agradecía que fueran ellos quienes lo detuvieran, tal cual lo solicitara.

— Puede esperar, sí — dijo el hijo menor. En cambio, el padre...

— Qué bien, porque tenemos algo importante que preguntarte.

— ¿De qué se trata? — se quiso saber.

Para anunciarlo, una diminuta sala de estar se apuntó.

Ocupándola, la mamá de Cornwell comenzaba a decir:

— Estamos tan arrepentidos de no haberlos llevado a ti y a tu hermano a Arabia, que... ahora que no está, hemos pensado que quizás...

— ¿... quisiera seguirlos?

DESDE QUE PERDÍ TU AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora