Hope Elizabeth RoughMe puse jeans holgados y tennis blancos para combinar con mis nuevas filipinas en el trabajo. Acababa de llegar una en color azul cielo que me tenía muy feliz. Me puse los anillos de matrimonio, perfume y me hice un moño en el cabello. Lunes, eso significaba que Camilo ya había salido a trabajar temprano. Por eso no lo vi en la cama, pero sí su nota.
Buenos días, amor. Iré a recogerte al trabajo para ir a comer algo en la tarde. Dile a uno de los chicos que te lleve al trabajo, por favor. Te amo.
Con uno de los chicos se refería, obviamente, a un guardaespaldas. Me caían bien, no voy a mentir. Uno de ellos, de apellido Green, parecía un gorila pero era un amor. Era el que más tiempo pasaba a mi lado desde que tuvimos luz verde para salir.
El asunto de las notas había parado casi abruptamente. Parecía que, con todo el asunto judicial terminado, las amenazas no tenían sentido. Eso había puesto confianza en la mente de Camilo.
Tomé mi celular y mi bolso. Hoy haríamos varias recetas de pan.
Green, al que le gustaba que lo llamaran por su apellido, me sonrió apenas salí y me abrió la puerta del copiloto del auto. Entré, me coloqué el cinturón y esperé a que encendiera el auto para poner música. Jack Johnson estaba en mis descubrimientos y estaba obsesionada.
"Banana Pancakes" comenzó a sonar.
—¿Pasamos por el café, Sra?— me preguntó.
Asentí. —Si, señor— sonreí. —Esas cosas no se preguntan.
Sonrió.
—Es cierto.
—Make you banana pancakes... — tarareé.
Llegamos rápido. Mi papá me saludó y me pasó mi desayuno y el de Green. Un café y unos bocadillos con tocino.
—¿Mi tío ya pasó por aquí?— le pregunté. Él asintió.
—Hace unos 10 minutos, amor— me sonrió. —Qué bonita te ves, cielo.
Sonreí. —¿Serán los ojos, papá?
—Definitivamente. Eso y esta genética, mira— dio un paso hacia atrás y luego giró sobre su propio eje, exhibiéndose. Batió las pestañas agregándole humor.
Lo abracé antes de seguir con el camino hacia el set de grabación.
Mi tío me esperaba para repasar el guion.
—Te pido, por favor, que me dejes llevarme a casa los panes rellenos— fue su forma de saludarme. Me reí.
—Tío, puedes llevártelos, sabes que ese no es un problema para mí. Si no se los devoran antes, son tuyos— lo abracé.
Respiró hondo. —Estoy hecho para enfrentar retos, pequeña. Ven, leamos esto.
Luego de repasarlos, comenzaron a maquillarme. Sonreí cuando vi mi nuevo uniforme. Era bellísimo y delicado.
Comencé a grabar programa tras programa. Iba hablando a las distintas cámaras mientras contaba la historia de los panes, las variaciones de ellos alrededor del mundo y comentarios sueltos que acostumbraba a hacer durante cada programa.
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DOS DE AZÚCAR, POR FAVOR (COMPLETA)
RomanceCamilo Rough se había convertido en un médico de renombre, dejando -si se podía- el apellido más famoso de Estados Unidos en un nivel mucho más alto. Tenía todo lo que un Rough posee por excelencia: El buen físico, la inteligencia y, por sobre todo...