Capítulo 12: Lost

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Volví a marcar el número de Camilo por 10ma vez en lo que iba del día y obtuve la misma respuesta: nada. No contestaba. No daba señales de vida o dejaba algún mensaje pasar saber cómo iban las cosas. Me mordía el labio inferior mientras movía mi pierna derecha frenéticamente.

Desde que el caso por el que lo acusaban había pasado a ser información pública, Camilo se había refugiado en el hospital en compañía de un abogado.

Mi familia y su familia estaban conmigo, teniendo las mismas respuestas que yo, cosa que me parece muy injusto porque estamos al borde de la histeria.

Un segundo estábamos durmiendo y al siguiente, simplemente Camilo había salido corriendo de la casa. Todo eso hace más de 5 horas. Estoy molesta, muy cableada y preocupada. Uno, porque estaba segura de que las acusaciones eran falsas; y dos, porque Camilo prácticamente me estaba ignorando.

No era boba. Sabía que la situación era grave, pero también sufro.

El que esto se haga público no hace otra cosa más que manchar el nombre de sus padres, el suyo propio y la carrera tan impecable que le había costado tanto tiempo y esfuerzo. Me dolía, me dolía muchísimo.

Yo conocía la participación de Camilo en la cirugía. Había sido un auxiliar al que llamaron de emergencia. Ni siquiera había sido un participante totalmente activo o el guía que tomara las decisiones. Era muy frustrante.

—Tranquila, Hope. Todo va a estar bien — Alex me atrajo hasta su pecho y lo abracé. —Mi hijo va a salir de esto. Es un Rough.

Sollocé. Cada vez que me había secado las lagrimas en lo que iba de día, estas volvían a salir. Solo imaginarme a Milo ahí, frustrado, me dolía. Sí, tenía un caparazón que le daba la fama que había querido que lo describiera, pero en realidad mi chico tenía sentimientos. Y estas cosas jamás eran fáciles. Podía, juro que podía sentir su molestia y dolor.

—¿Lo prometes?—pregunté en un susurro.

Miré hacia arriba buscando su rostro.

—Lo prometo— su voz transmitía seguridad. —Y luego, vamos a hundir la carrera de quien haya hecho las acusaciones y lo vamos a mandar a comer mierda. ¿Te parece?

Medio sonreí.

—Si tú lo dices...— volví a recostar mi cabeza en su pecho.

—Claro que lo digo, carajo. Jodidamente lo hago. Hay personas que solo buscan joder mi apellido. He lidiado con ellos por años. Además, cuando se demuestre la inocencia de Milo, muchas cabezas van a tener que rodar para que cosas así no vuelvan a suceder. Como la mierda que así va a ser.

»Mi hijo se sabe defender, pero para esas cosas también estoy yo. Y nadie se mete con lo que es mío.

Y me entró una molestia casi incontrolable. ¿Cómo era posible que esto estuviese pasando? Camilo era, por mucho, de los profesionales más íntegros, meticulosos e intachables de su área. ¿Acusarlo por negligencia?

—Negligencia mis bolas— escuché a mi papá quejarse nuevamente, leyendo mi pensamiento. —Camilo puede hacer una maldita operación con los ojos cerrados y puedo apostar mi cafetería por ello. Me lo van a mam...

—Nikos— protestó Alex.

—Es que me cabreo. ¿Por qué nadie nos dice nada? Hemos estado parados aquí todo el día por unas jodidas respuestas y tú hijo no sale de ese maldito lugar. Cuando salga me va a escuchar y va a tener que pagar por el hueco que vamos a dejar aquí en este piso por tanto dar vueltas y caminar. Maldito Rough. Es culpa tuya.— lo acusó.

DOS DE AZÚCAR, POR FAVOR  (COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora