Capítulo 10: The best of my love

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Capítulo dedicado a Guadalupe. ¡Gracias por siempre estar presente! Te veo en cada red social que tengo y lo aprecio demasiado y me hace muy feliz que disfrutes de lo que hago para ustedes. Ojalá más gente como tú. Te quiero.


Hope Elizabeth Rough

Me removí en las sábanas cuando sentí el movimiento a mi alrededor. Abrí los ojos un poco y pude ver cómo el brazo de Milo buscaba taparnos a ambos con el edredón. Si, hacía un poco de frío. Sobre mi hombro vi la hora. Eran las 2 de la mañana. Me hice un ovillo y enterré mi cara en su pecho. Sus brazos me rodearon. Por Dios. Olía rico.

O sea, eso ya lo sabía desde antes, pero era distinto.

Suspiré con mucha paz. Podía quedarme a vivir aquí toda la vida, sin objeciones. Si, señor.

Dejé un beso en su pecho. Pronto, más tarde, volví a moverme, pero esta vez eran las 6 de la mañana.

Esta vez Camilo salía del baño. Con. Una. Toalla. En. La. Cintura.

Y gotas cayendo por su cuerpo.

¿Necesitaba una ambulancia? Afirmativo el procedimiento.

—¿Pero a ti no te da remordimiento de conciencia, Milo?— dije. Me senté en posición de indio. Me había vestido en algún momento de la noche con un pijama muy peculiar, con patrones de bananas.

Me miró entrañado, pero sonrió. Caminó hacia mí y yo levanté mi cabeza, la direccioné hacia él y él bajó la suya hasta que nuestros labios se encontraron. Un buen besito de buenos días.

Muy buenos, cabe destacar.

—¿Qué cosa?

—Andar por la vida con esa cara y ese cuerpo.

Soltó una carcajada. Objetivo logrado. De tristeza no iba a morir, eso podía asegurarlo.

—Tienes unas cosas, Hayat...

Levanté las cejas.

—Y tú también tienes tremendas cosas... — deslicé los ojos por cu cuerpo. Dios mío querido.

—Basta— rio mientras iba hacia el vestidor.

—Vístete aquí afuera, gracias.

Volví a escuchar su risa. Lo amaba. Amaba hacerlo reír.

—Vale— me dijo un poco fuerte para que pudiera escucharlo. —No voy a poder irme si continúas.

Reí.

—Esa es la idea, vida.

Salió con el pantalón puesto y la camisa azul de botones en la mano. Sus ojazos me miraron con mucha calma.

—Me llamaste vida.

Asentí.

—Es lo justo. Hay que ser sinceros.

Pronto sus labios volvieron a estar sobre los míos.

—No me he lavado los dientes, Cam— protesté.

—¿A quién le importa?

Reí.

—A mí.

Suspiró y besó mi frente. —Anda, pues.

Le sonreí devolviéndole el beso. Fui a ello rápidamente. Mientras lo hacía, noté el baño en general y sonreí. Cuando decía que Camilo era casi perfecto, es que era así. Creo que no conozco a muchos hombres que acostumbren a hacer las cosas correctamente, pero Camilo era uno de ellos. Y eso era suficiente. Con él iba a compartir mi vida.

DOS DE AZÚCAR, POR FAVOR  (COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora