Capítulo 25: Planes

4.8K 490 71
                                    



Hope Elizabeth Rough

—Quiero orquídeas blancas y flores azules. Quiero Hortensias, Mía— Camilo recalcó con sus manos.

Sonreí. Era Perfecto y supergracioso cuando quería.

—Lo apoyo, la verdad— secundé. —Sería hermoso. Imagínalo con el paisaje. El Central Park vistiéndose de blanco y azul...

Mía sonrió.

—Lo de llamarme por mi nombre al final estuvo de más, hermanito. Yo te apoyo. Quiero hacer esto bonito para ustedes pero estamos de acuerdo con que eso amerita una planificadora, ¿verdad?

Asentí. —Por supuesto. Queremos que tú también nos des el visto bueno, eso es todo. Pero sí, si va a ser una boda gigante... necesitamos a alguien que lo sepa hacer de maravilla. Incluso yo dudo que tenga el tiempo para meter las narices de más.

Milo volteó muy rápido. —Pues yo sí.

Reí.

—¿Qué? Tiene que ser Perfecto. Puedo sacar el tiempo. Es una jodida boda en uno de los parques más grandes y más famosos, amor. No pueden haber fallos— se justificó.

Mía alargó la mano hasta colocarla en el hombro de su hermano.

—Hermano, eres una copia de tu padre.

Él sonrió.

—Y tú no lo eres, seguro.

Ella frunció el ceño.

—De ninguna jodida manera— respondió.

Y yo me reí.

—Ahí, justo ahí acabas de demostrar que sí.

—Pues bien, hagámoslo. Contactaré a la mejor planificadora y tendrán la mejeor boda del mundo.

Camilo asintió.

—Con flores azules. Gracias— besó la frente de su hermana.

Entrelacé mi mano con la de él después de abrazar a mi mejor amiga. Nos subimos a la camioneta de Camilo. Decidimos parar en un nuevo lugar de postres para proar cosas nuevas.

—¿Sabor del pastel?— me preguntó. Sonreí.

—El que quieras. Me gustan todos, creo.

Asintió.

—¿Cómo te sientes?— me preguntó tomando mi mano sobre la mesa. Las dejamos entrelazadas mientras tomábamos café con una torta con mango y fresas.

—Feliz— le respondí. —Las cosas se están poniendo en su lugar. Siento que estamos bien. Siento que mantenerme contigo me ha hecho bien dentro de todo.

Me miró de forma profunda.

—Lo sé. Creo que no hubiese soportado vivir lo que viví solo. Hubiese sido muy distinto. Estoy feliz de que haya terminado.

Lo miré con termura.

—Y yo. Pero sí hubieses podido, Cam. Uno siempre puede. Siempre podemos— Apreté su mano. —Aunque sientas que te hundes y que no vas a poder superarlo, siempre pasa. Siempre hay aire, sí tocas el suelo, sí lo superas. Siempre podemos. 

Sonrió.

—Ahora sé que sí. Pero...

Levanté las cejas, incitándolo a hablar.

—Me gusta lo que soy cuando estoy contigo.

Solté el aire.

—Ahora dime tú cómo supero eso, Camilo. Que es que tú no piensas las cosas.

DOS DE AZÚCAR, POR FAVOR  (COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora