Capítulo 8: Leave the door open

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Cuando entremos en mi casa de nuevo, puedo asegurar que Hope y yo estábamos irradiando emoción y felicidad. Claro, ella exteriorizándolas más que yo. Yo siento mucho pero permanezco pasivo. Ella me conocía así.

Teníamos una maleta muy grande con varias de sus cosas, las más importantes, y lo primero que hicimos fue ir a la habitación para poner todo en su lugar.

—¿No te va a molestar tener mis cosas en tu closet?— Hope rio.

—Nuestro closet.

Me miró con lo que reconocí como ternura. Vino hasta mí y me rodeó el cuello.

—Cierto.

La besé. Qué bien se sentía poder hacerlo con libertad y sabiendo que estábamos a nuestro ritmo y sin prisas.
La miré a los ojos y la volví a besar. Besarla era mi paraíso.

Comenzamos a poner las cosas en su lugar, en el closet, en el baño y en el dormitorio. Por ahora empezábamos con eso y con pocas cosas. Teníamos tiempo para hacer todo con calma. Hoy nos enfocaríamos en nosotros como esposos en nuestra casa.

A ella siempre le había encantado mi casa. Ahora era nuestra.

La miré atarse el pelo en una cola alta y noté cómo algunos mechones se le escapaban. Era entrada la noche.

—Iré a tomar un baño, ¿está bien?— se dirigió a mí. Asentí.

—No tienes que preguntar, Hayat.
—¿Es esa una nueva palabra?
—Si.
—¡Dime el significado!— sonrió.
—Es turco. Significa 'Vida'.

Su sonrisa se hizo más grande. Caminó hasta estar frente a mí y me rodeó del cuello.

—Me voy a morir de ternura. No tengo palabras tan lindas para decirte, Milo— ladeó la cabeza y me besó en la comisura de mis labios.

—No soy tierno. Y no hace falta. Tú me dices palabras bonitas todo el tiempo.

—Tierno no, eres más que eso— rio. —No creo que sean lindas, pero siempre son sinceras.

Asentí.

—Eso es lo único que me importa— la besé.

—Ya vuelvo, Sr. Rough.
—La espero, Sra. Rough.

La escuché cantar en la ducha. Eso era algo que no sabía y, cómo era costumbre con ella, me alegró. Comenzaba a sentir la vida en este lugar. Me gustaba, y me gustaba mucho.

Me quité la camiseta y me fui a la cocina por agua con hielo.

Cuando volví, Hope ya había salido del baño. Sabía que estaba en el vestidor y la curiosidad por verla me jugaba sucio, pero no sabía cómo se sentiría.

—¿De qué lado de la cama duermes, Milo? Esto de que siempre hayas querido hacer las cosas bien conmigo va a hacer que haga demasiadas preguntas. Esto debe funcionar— escuché que decía. Reí.

—Me da igual. Elige tú un lado— le respondí. Tomé de mi agua. No me gustaba el agua caliente, aunque fuese mejor en la mayoría de los casos. Como sano, no consumo alcohol y hago mucho ejercicio. Tomar agua fría no va a hacerme nada.

Escuché su risa amortiguada por la pared que nos separaba.

—Qué fácil eres.

Si. Era fácil con ella.

Me crucé de brazos y recosté la cabeza hacia atrás. Cerré los ojos. Había sido un día largo y difícil, pero iba mejorando de a poco con la presencia de Hope. Me veía llegando a casa contándole sobre mis casos, sobre las ocurrencias de los niños y estaba seguro de querer escucharla a ella hablar sobre su trabajo o de probar sus platos, aunque muchas veces estuviese en contra de los dulces.

DOS DE AZÚCAR, POR FAVOR  (COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora