Capítulo 4: El amor como el café

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—Estoy moreno— dije mientras me ponía los lentes de sol y salía de mi habitación seguido de Hope.

—Y sexy— acotó. Le di una media sonrisa y la tomé un momento de la mano. Ella también lo estaba. Estaba deliciosamente bronceada.

—Este es el color de piel que tiene la gente de aquí. Tan bonito, tan tostado. Qué bueno que les pegue el sol. ¿Por qué no nos mudamos?— ella seguía hablando.

—Estoy bien donde vivo, gracias.

Ella rodó los ojos.

— A veces no te soporto. Creo que es bueno que sepas eso — íbamos llegando a donde estaba a familia. Un foco se prendió en mi cabeza y solté su mano. Decidir quedarme en silencio.

Me miró extrañada pero no dijo nada.

Cuando llegamos y cuando iba a hacer lo que siempre hacía (buscar mi puesto con el de Hope), cambié el juego.

—Pues si tanto te molesta mi actitud y no me soportas, no veo el porqué me sigues todo el día, Rubia— mi voz sonó neutra. No lo dije riendo o con un atisbo de sonrisa. Lo dije muy como se lo diría a alguien que no fuese ella.

Sus ojos me miraron más extrañados aún. Paladeó un poco, sin saber cómo responder. Dio un paso en mi dirección pero mis ojos molestos (a propósito) la mantuvieron en su lugar.

—Me voy a sentar solo— aparté la silla de la esquina -que volví a quitarle a Nikos- y me senté. Tomé a Mía de la mano cuando justo pasaba por detrás de mí y la atraje hasta que cayó sentada a mi lado. Listo, no había puesto para Hope.

Me di una palmada en el hombro. Mentalmente, claro.

No quise mirar a Hope. Iba a captar mis señales, era una chica inteligente. Cuando no pude resistir y la miré de reojo por unos segundos, por sus ojos pasaron emociones como asombro y dolor. ¿Qué sentí? Mierda. Pero tenía un plan, iba a valer la pena.

Luego, comprensión. Me fulminó con la mirada y retiró una silla justo al lado de au madre.

—Tienes razón. No tengo por qué tener que lidiar con tu enojo perpetuo. Me cansé. Me opacas.

Me opacas. Nadie podía opacarla. Era imposible.

—Vale— susurré para mí y miré hacia otro lado deliberadamente. Iba a ignorarla cómo hacía con todo el mundo.

Y aquí es donde comenzaba mi juego.

No, no me pongo como un cerdo con Hope porque me nazca del ser. Lo hago porque si algo me molesta es que me digan lo que tengo que hacer.

Crecer en una familia tan grande, tan unida y tan segura de cosas como con quién iba a casarme no era algo que disfrutara. No me malinterpreten, yo amo la familia en la que nací. Lo que no me gusta es que mi destino haya sido escrito tan porque sí. ¿Y si hubiese sido homosexual? ¿Y si simplemente no quería seguir lo que había escuchado desde siempre?

"Él y Hope van a terminar juntos", "Anda, busca a Hope", "¿Sabes algo de Hope?"

No me daba la gana de darles el gusto, aún cuando todo esté sucediendo como ellos quieren.

No soy idiota. Sé por qué Hope es quién es para mí. Sólo un estúpido podría no ver lo increíblemente hermosa que ella resultaba ser. Pero quería jugar. Quería hacerlo sin que ellos supieran. Quería mantenerlo para mi cuanto pudiera y disfrutarla. Disfrutarnos, siempre juntos.

—Wow, wow, wow. ¿Qué coño, Ken? ¿Qué te pasa con Hope? — los ojos de Nikos me miraron enojados. Lo entendía, si. Era una pelea muy irreal entre nosotros. Hope y yo no peleábamos así. Nosotros no peleábamos, nosotros éramos cuando estábamos junto.

DOS DE AZÚCAR, POR FAVOR  (COMPLETA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora