Hope Elizabeth RoughEl café se había terminado, nos habíamos movido hacia los muebles mullidos y cómodos de la sala y ninguno de los dos quería moverse de su lugar. Eso significaría que el roce que teníamos, ese de nuestras manos entrelazadas, se acabaría. Y Camilo y yo teníamos tanto tiempo sin sentirnos cerca que hacer eso sería un pecado. No quería soltarlo, no quería que este momento se terminara. Podía quedarme a vivir aquí.
Sus manos, pulcras como las tiene cada buen médico en el mundo, me rozaban los dedos con infinita paciencia. Me gustaban sus manos, mucho. Eran delicadas y grandes, pero lo me más me gustaba era la forma en la que me tocaban.
Miraba nuestras manos y lo miraba a él de tanto en tanto, porque Camilo siempre iba a ser mi vista preferida. Él, sin parar de mirar esa unión y sentado inclinado hacia adelante de la misma forma en la que yo estaba, suspiraba con pesar. Me había besado y lo había besado de vuelta y lo disfruté porque, por fin, podía sentir que la brecha entre ambos se estaba reduciendo.
Que Camilo haya decidido hablar conmigo de las notas ya es un paso gigante. Es imposible apoyar a una persona si esta no lo permite y si mucho menos te hace saber qué está mal, pero esto es algo. Afortunadamente podía sentir que esto acabaría pronto.
—No te preocupes más, por lo menos por hoy— Sus pozos azules me miraron con agradecimiento y luego su sonrisa me saludó. Apretó más mi mano. Mi cara de apoyaba en mi mano libre y las de él se encontraban haciendo la misma tarea. Las apreté de vuelta.
—Ven aquí— susurró, esta vez tirando de mi mano lo suficiente como para que supiera que su orden significaba levantarme de mi lugar. Lo hice. Apoyé mis manos en sus hombros mientras mi piernas se situaban dobladas a cada lado de su cuerpo. Mi posición me permitía verlo muy de cerca. Su rostro se direccionaba hacia arriba, desde yo lo observaba. Sus manos encontraron su propio camino hacia mi cintura, donde se afianzaron para mantenerme en mi lugar, en sus muslos.
Estaban calientes. Un estremecimiento me recorrió completa. Él lo notó y, porque podía, me regaló una media sonrisa.
Camilo tenía, por mucho, una de las sonrisas más hermosas del mundo. Él era un Rough. Eso le otorgaba un carácter muy fuerte, porque su temperamento era casi inquebrantable. Por eso verlo sonreír era prácticamente un regalo. Cuando él lo hacía, todo se iluminaba. Casi debías mirar a otro lado.
Era hermoso. Y mío. Con problemas incluidos.
Bajé mi rostro hasta que junté, por tercera vez el día de hoy, su boca con la mía. Una de sus manos comenzó a ascender muy lentamente por mi espina hasta llegar a mi nuca. Y ahí me afianzó.
—No te muevas— me pidió. Justo en ese momento noté que había comenzado a hacerlo sin darme cuenta.
Cerré los ojos y junté mi frente con la de él, regulando mi respiración. Mi mano viajó a su nuca y luego se incrustó en su cabello. Lo escuché aspirar.
—Hayat...— susurró. El sonido de su voz pronunciando esa palabra que él me había otorgado hizo que mi pecho se calentara. Su mano en mi cintura me apretó más fuerte contra él, de modo que su pecho y el mío se apretaban entre sí. Me tenía aprisionada y no me quejaría de eso nunca.
Nuestras bocas se encontraron nuevamente. Un beso abrasador, de los que significan muchas cosas juntas. Entre nosotros posiblemente era un "te extraño, te amo, no me sueltes".
—Me dijiste que había que solucionar muchas cosas— su aliento estaba sobre mi boca. Estaba tan cerca que me rozaba cuando hablaba. Los zafiros que tenía por ojos estaban incrustados en la dirección de mi boca.
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DOS DE AZÚCAR, POR FAVOR (COMPLETA)
RomantizmCamilo Rough se había convertido en un médico de renombre, dejando -si se podía- el apellido más famoso de Estados Unidos en un nivel mucho más alto. Tenía todo lo que un Rough posee por excelencia: El buen físico, la inteligencia y, por sobre todo...