CAPÍTULO IX • Solo tú •

827 104 35
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Z E F E R

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Z E F E R

Comencé a caminar de un lado hacia el otro con evidente incomodidad.

A lo lejos, observaba como poco a poco la caravana de carretas, haladas por híbridos, se iba visualizando en el horizonte, y en cuanto los rayos del sol lograban golpear los escudos brillantes, la figura del lobo brillaba con fuerza.

Di la vuelta y me senté al borde de la cama, volví a suspirar. Estaba hastiado de toda esta situación. Simplemente quería desaparecer. Estaba a nada de ser forzado a contraer nupcias con alguien por compromiso, si bien Celine se había vuelto una aliada, hasta me atrevería a decir que era una amiga, no poseía ningún tipo de sentimiento romántico por ella.

Este debía ser mi momento con Clematis. Ella debería de ser la persona que me esperaría allí en el altar, vestida de blanco, pero eso no iba a pasar.

Mi tiré hacia atrás y el ruido seco de mi cuerpo hizo eco en la habitación vacía. Giré el rostro sobre la cama y allí vi la manta que ella alguna vez usó cuando estaba viviendo aquí. La tomé, y su aroma pude percibir la tenue fragancia que ella tenía. La ola de recuerdos vino a mí. Tanto los buenos, como los malos, y sentí como una espina se clavó en mi corazón.

Había sido un completo patán hasta el final. Ella merecía odiarme. Yo me había ganado con creces todo lo malo que estaba pasando.

Había cavado mi propia tumba.

Contrarío a lo que muchos piensan, la vida de los que tenemos que cargar por el peso de un título nunca ha sido algo bonito o divertido. Desde pequeños estamos acostumbrados a cumplir con las exigencias y los estándares que el título nos impone, eso termina provocando que más de uno se vuelva una persona fría, incapaz de tomar sus propias decisiones. Somos seres que simplemente... no tienen voz. Somos criaturas que nunca podrán conocer lo que es el amor.

Escuché las pisadas de los sirvientes yendo y viniendo por el pasadizo, posiblemente estaban terminando de alistar las habitaciones donde nuestros huéspedes se quedarían.

Salí del cuarto y algunos me observaron, sonrieron, y yo hice lo mismo. Luego, comencé a dirigirme hacia mi habitación, y al abrir la puerta, vi el traje de gala que debía usar para la ceremonia.

Extinción, La resistencia avanza [Saga: LVDLO #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora