CAPÍTULO XVI • Acto de amor •

634 103 35
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

FRONTERA DE CREITOS

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

FRONTERA DE CREITOS

—¿Cuánto falta para llegar ese maldito puerto? —preguntó Eleonor, quien acto seguido reposó su cuerpo cerca de unos de los árboles que había cerca.
—Al igual que hace una hora, te diré que falta mucho todavía —respondió Celine con una mueca.

Habían escapado hace un mes del palacio. En circunstancias normales, ya estaría cerca del puerto de Creitos, pero la condición en la que se encontraba Eleonor no las favorecía del todo.

En cuanto salieron de My—Trent, Eleonor ya tenía un mes de embarazo, y al ser el padre del bebé que esperaba Jaft, otro Hanoun, su periodo de gestación sería de apenas tres meses.

—Señorita Eleonor ¿quiere algo de agua? —Meried se acercó con timidez y extendió la cantimplora en su dirección.
—Vaya, al menos la criada es considerada —respondió ella mientras daba un gran sorbo de agua.
—Se llama Meried —refunfuñó Celine entre dientes.
—Da igual, sigue siendo una criada.

Pese a que Celine se había compadecido de Eleonor, más que nada por el estado en el que se encontraba, la había traído consigo en este viaje peligroso, aunque claro, el mismo estaba siendo un calvario porque ella se negaba a ser flexible y seguía poseyendo aires de grandeza aunque ya no tuviera un cargo real.

—Me aterra pensar que clase de crianza recibirá ese niño —dijo Celine mientras volvía a guardar la cantimplora.
—En circunstancias normales, ni siquiera hubiera tenido que criarlo yo, de eso se hubieran encargado los criados —respondió la pelinegra, dejando a sus dos compañeras con la boca entre abierta.
—¿Acaso estás escuchándote a ti misma?
—Fuerte y claro —dijo Eleonor mientras se cruzaba de brazos—. Ambas somos conscientes que el noventa por ciento de nuestra crianza la dan los instructores, nuestros progenitores únicamente funcionan como proveedores.
—Señorita Eleonor, considero que...
—¿Consideras? —tras escucharla la nombrada enmarcó una ceja—. Que estemos caminando por el mismo lugar no te da derecho a darme consejos, criada —escupió con desdén—. Yo no tengo porque escuchar lo que me tienes que decir.
—Lo...
—No te disculpes —la cortó Celine mientras se ponía al frente—. Escúchame bien niña presuntuosa y mimada, si estás viva es únicamente porque sentí pena por ese niño que cargas dentro, no es por otra cosa.
—Yo no te pedí que me salves el culo.
—Entonces te hubieras quedado a esperar que Giorgio te cortara el cuello.
—Oh, vamos, tampoco podía hacer eso, mi cara es demasiado bonita como para que se la coman los gusanos.

Extinción, La resistencia avanza [Saga: LVDLO #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora