Eva estaba sentada, tomando notas en la reunión mensual de trabajo con todos los departamentos, estaban evaluando los nuevos proyectos, el plan estratégico y creativo para el próximo mes, pero ella solo podía pensar que ninguno la había felicitado por su cumpleaños.
«Se ve que soy yo, la que se acuerda de todos, ni siquiera Dante que vive diciéndome cuánto me quiere, me ha felicitado, ¿Me quiere y no se acuerda que hoy cumplo años?, ¿Laura también lo olvidó?, y dice ser mi amiga» —se lamentó mentalmente mientras los observaba enojada.
Cuando bajó la mirada para seguir tomando nota, todos sonrieron al ver la cara que había puesto, se había pasado toda la mañana yendo a los departamentos por cualquier cosa, pero como le tenían una sorpresa preparada, nadie la había felicitado.
Eva farfulló por lo bajo que, a partir de ahora, haría lo mismo con ellos, Dante aguantó como pudo la risa al escucharla.
—¿Pasa algo, Eva? —preguntó cuando ella lo miró.
—¿Parece que me sucede o pasa algo? —replicó ella con amargura.
—Te ves enojada. —le respondió Dante, haciéndola enojar más.
—Para nada, estoy muy bien. —respondió y para remarcar su respuesta fingió una sonrisa; exagerando la expresión y señalándose la boca dijo—: ¿Ves? Mejor que nunca.
La reunión terminó y Eva salió primero que todos del salón de reuniones, al llegar a la oficina llamó a su abuela y a su madre para sentirse querida, pero ninguna de las dos respondió el teléfono, intentó con su papá y tampoco respondió.
—¡¡Mierda!! Hoy me celebraré sola mi cumpleaños. —exclamó encolerizada, haciendo gestos violentos.
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A las cinco de la tarde se acercó a la oficina de Dante, tocó la puerta para que levantara la mirada, cuando él lo hizo, le preguntó si ya podían irse a casa.
—Aún no, tengo que terminar de redactar este contrato, pero enseguida nos vamos. —contestó él y la invitó a sentarse.
—Te espero en mi casa, ¿puedes pasar por mí? Si no estás allí antes de las nueve, me iré sola al bar o a un club, —indicó con irritación.
Ella salió caminando hacia la salida, pero Dante se puso de pie y la alcanzó antes de que saliera de la oficina.
—Solo serán cinco minutos, ni uno más, te lo prometo.
Ella claudicó, y con resignación se sentó frente a él, pero miró constantemente el reloj, sentía que las manecillas caminaban muy lento. Saltó, quedando de pie, haciendo reír a Dante por levantarse tan rápido cuando él le comunicó que ya había terminado de trabajar.
—¿Dónde me llevarás? —preguntó Eva dentro del ascensor.
—A casa, ¿no estabas apurada por ir allí?
—¿De veras? ¿Ni siquiera me llevarás por un helado? —preguntó con incredulidad.
—¿Quieres helado? No me habías dicho que te apetecía. —respondió Dante aguantando la risa.
Eva le respondió que no quería nada y cuando llegaron a donde estaba el auto, cerró un poco fuerte la puerta.
—No te enojes, podemos ir a comprar el sabor que prefieras. —dijo Dante sentándose al volante, y al no escuchar una respuesta de su acompañante, preguntó—: ¿Segura no quieres ir?
—No quiero nada, vayamos a casa. —respondió Eva recostando la mejilla en la ventanilla y miró hacia fuera, a la ciudad.
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El amor está en litigio
Romance¿Quién dice qué no se puede ser romántica y profesional a la vez? Eva es una secretaria jurídica, romántica a más no poder. Una mujer que no tiene miedo de demostrar sus emociones. Sueña con tener un amor como el de sus abuelos, que se demostraban a...