Capítulo 7

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Esa noche hizo algo imperdonable, llamó a su acompañante de turno por el nombre de su secretaria mientras tenían sexo. La mujer en cuestión paró toda actividad en ese momento y le dijo que no volviera a buscarla.

«Ay, Eva, ¿qué me estás haciendo?» Pensó Dante mientras paraba frente a la casa de su acompañante.

Se despidió de la chica con un gesto desde el interior del coche mientras ella se metía dentro de la casa, mirándolo con ganas de matarlo.

«Lástima, me gustaba esta mujer».

Volvió a acelerar, y nada más entrar a su casa, fue directo a la habitación, se quitó la camisa y se dirigió al baño, necesitaba una ducha y terminar lo que dejó a medias, pensando que no había razón para no saciar el deseo de su propio cuerpo.

Pasó su mano lentamente sobre el pantalón, cerrando los ojos para evocar la imagen de su secretaria, la estaba deseando desde hacía mucho tiempo. El baile sensual de ese día no había hecho nada más que aumentar las ganas que tenía de acostarse con ella.

Se desabrochó el pantalón y sacó su miembro del interior de su ropa. Empezó a mover los dedos despacio de arriba a abajo, en una suave caricia. Comenzó a imaginar a Eva con el vestido negro que traía en el Club. Su cabello castaño algo revuelto por haber bailado casi toda la noche. Tenía la piel pálida donde deseaba dejar su marca. Su imaginación era tan vívida que su erección creció más.

En ese momento se quitó el pantalón, el calzoncillo y quedó completamente desnudo. Siguió con el sube y baja, a veces rápidamente, mientras otro rato más lentamente. Con la otra mano se acarició el cuerpo mientras chupaba y pasaba la lengua por los labios.

De golpe dejó de tocarse y entró en la ducha. El agua caliente que caía era una agradable sensación que recorría su cuerpo. Cogió el jabón y comenzó a lavar todo su cuerpo, pasando las manos muy lentamente hasta llegar a su miembro.

El movimiento arriba y abajo hacía que sintiera cada palpitación del miembro, sintiendo como iba cada vez engrosando y endureciéndose más. Pasó suavemente un dedo por borde del glande y con la otra mano acarició las bolas también suavemente. De su miembro salió unas gotas de pre semen, y lo usó como lubricante. Siguió subiendo y bajando su mano por todo su miembro, suspendiendo el movimiento de vez en cuando para prolongar el placer.

De momento Eva vino a su mente y la vio arrodillada, allí frente a él, con los labios húmedos, lista para llevarlo a su boca. Él pasó el pulgar por los labios de ella, unos labios que deseaba morder en un beso apasionado. Dante quería que esa fantasía se hiciera realidad. Deseaba sentir esos labios alrededor de su miembro gimiendo el nombre de él.

Eva chupaba despacio su miembro sin llevarlo completo a la boca. Se apartó un poco aún con el miembro unido a la boca, y lo miró con ojos lujuriosos.

Dante acarició la cara de Eva y la acercó de nuevo a él. Empezó a moverse suavemente follando la dulce boca de su secretaria. La cogió por el cabello y jadeó por el placer que sentía. Gimió fuerte cuando los dientes de esa perfecta boca le rozaron el miembro. Escalofríos recorrieron su espalda, las piernas le temblaban por el inminente orgasmo.

Entonces Eva acarició sus bolas mientras chupaba su miembro, eso hizo que su excitación se dispare al máximo, de su boca escapaba un gemido y no pudo evitar correrse, viendo como ella disfrutaba igual que él. Eva lamía de sus labios el semen que no pudo mantener dentro de su boca.

Se quedó un instante inmóvil con la respiración agitada.

—Mierda... —dijo Dante y se estremeció al bajar de la nube eufórica en que estaba al terminar aquella fantasía.

Miró hacia arriba y el agua de la ducha seguía cayendo. Suspiró y volvió a coger el jabón para terminar su baño.

♥♥♥♥

Dante despertó hoy animado, durmió como hacía mucho tiempo no dormía «¿Quién iba a pensar que satisfacerme pensando en mi secretaria, me haría dormir tan bien?» Pensó mientras iba llegando a la empresa en su auto, en la entrada vio a Eva y a Laura que iban entrando conversando muy animadas tomando un café. Él quería subir con ellas en el ascensor para ver como reaccionaba Eva, pero sabía que no le daría tiempo.

Al entrar a la oficina, Eva ya estaba en su puesto. Solo para ver como reaccionaba ante él le dijo que lo acompañara a su oficina. Ella lo siguió y esperó de pie, por lo que él le diría. Dante le pidió que se sentara, pero la vio normal, no como en la fiesta de sus padres, que se veía muy avergonzada y tratando de justificar su presencia. En ese momento no sabía que decirle, y lo primero que se le vino a la cabeza fue decirle que fuera hasta la cafetería que estaba cerca y le trajera un café. Ella hizo lo que le pidió y minutos después, le trajo el café que tanto le gustaba.

Era casi las tres de la tarde cuando entró Eva muy agitada a la oficina de Dante.

—Señor Lombardi, su madre me llamó e insiste que la acompañe a tomar un café. Le digo que no he terminado de trabajar, pero...

—Sé lo insistente que es, no te preocupes, ahora la llamo y le digo que lo deje para otro día y otro horario.

—¿A usted no le molesta que su madre me invite a un café y se reúna conmigo? —preguntó atropelladamente, y ese momento fue que él vio a la Eva de la fiesta de sus padres.

—No, ¿por qué habría de importarme? Yo no me meto en las decisiones de mi madre. Si ella decide reunirse o no con usted, ella sabrá por qué.

Eva regresó a su puesto y Dante llamó a Eleonor, quien insistió, pero al final logró convencerla de que invitara a Eva otro día.

Luego de la llamada con su madre, Dante se puso a pensar en lo que le dijo a Eva, y llegó a la conclusión que si le importaba que se reunieran. Conociendo a Eleonor, sabía que se harían amigas, y estaría detrás de él si se enteraba de los planes que tenía para su secretaria.

Dos semanas después Dante vio que tenía razón, su madre solo hablaba de Eva. De lo educada que era, simpática y más calificativos, que hacían pensar con humor a Dante que su secretaria casi era una Santa. Eleonor ya había logrado que participara en la organización sin fines de lucro que auspiciaba a un centro de acogida de menores y a un refugio de mujeres maltratadas. Eva iba a estar en el grupo que creó con Laura y otras mujeres que se encargaban del centro de menores. Antes Eleonor solo hablaba de Laura, ahora de la dos, tanto que Lucas protestó.

—Mamá, ¿no tienes otro tema qué no sean Laura y Eva?

—Sí, pero este es el que quiero hablar ahora. —replicó Eleonor, y miró con enfado a todos, que estaban en la terraza tomando un refrigerio. Todos callaron, no se atrevieron a enfrentarse a Eleonor.

Mientras, Dante reflexionaba tomando un juego de naranja que su madre preparó para la ocasión.

«¿Será así todo el tiempo a partir de ahora? ¿Verla en la oficina y en la casa de mis padres? ¿Es una señal para qué actué, o para que me aleje un poco más de Eva?»

El amor está en litigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora