Capítulo 3

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Dante estaba en el garaje dispuesto a ir al terreno que compraron Lucas y él. Necesita salir de la ciudad, a un lugar tranquilo. Entre el trabajo, los problemas que tenía y su familia, llevaba dos años seguidos sin vacaciones. Tal vez era hora de hacerle caso a su amigo, el doctor Oliver, quien vivía aconsejándole que tomara un descanso. Ya era de tarde, pero no le importaba que le cogiera la noche a donde iba.

La noche antes visitó a su familia como le prometió a su madre. Quería hablar con su papá y ver por qué quería divorciarse. Al final no era así, su padre cansado de la insistencia de su madre, le dijo esto para que lo dejara tranquilo. Faltaban unos meses para que cumplieran el quincuagésimo aniversario de su matrimonio y quería darle una sorpresa, las bodas de oro no se cumplían todos los días y quería hacer algo especial, pero su madre no cooperaba.

«Si hubiera deseado casarme, mi esposa no se parecería a mi madre. Ella es muy buena y la quiero mucho, pero es un huracán, que acaba con todo a su paso.» Fue el pensamiento de Dante al dirigirse al auto.

Estaba al subir al Porsche 911 Turbo S, que no era su estilo por ser rojo, pero cuando lo vio tuvo que comprarlo. «No sé qué me dio ese día, mis conocidos más cercanos parecían muy sorprendidos cuando me vieron en él» Pensó Dante mirando el auto, pasó la mano por el capó y cambió de parecer, se dirigió a la Harley-Davidson Softail de 1984 que su padre le regaló. Juntos la repararon, llevaba muchos años guardada en el garaje de la casa de sus padres. Lucas se puso un poco celoso, no porque la quisiera para él, ya que le gustaban las motos un poco más modernas, sino por no haberlo invitado a repararla.

«Esto es lo que necesito hoy. La libertad que un auto no me dará.» Reflexionó Dante.

Llegó a la salida de la ciudad, y tenía que parar en el último semáforo. Al mismo tiempo paró un auto con la música alta, y cuando miró dentro de este vio a su nueva secretaria en el asiento del pasajero. Traía todavía la ropa con la que fue a trabajar. Estaba hablando con el chófer, parecía que le decía algo gracioso porque el hombre soltó una carcajada. La luz del semáforo se puso verde y tuvo que seguir sin poder ver o escucharlo que se decían o hacían.

«¿Quién será el hombre? ¿Su novio, su esposo, o un amigo?, ella es muy guapa, quizás sea el novio.» Iba deliberando, sin entender, por qué pensaba eso de su secretaria.

Llegó y se quedó contemplando el lugar. Estaba más hermoso que la última vez que lo vio. Dante creía que si hubiera una casa se podía celebrar el aniversario de sus padres. Recorrió parte del terreno y llegó a la conclusión que pasaría mucho tiempo allí. Se respiraba paz, y el aire estaba libre de los contaminantes de la ciudad. Pensó que quizás era una buena idea, mandar a construir unas cuadras para caballos, era una de sus pasiones, y podría montar en las tardes.

Luego de recorrer parte del lugar, descansar en el pasto y ver las estrellas, regresó a su casa, ya muy tarde en la noche.

♥♥♥♥

Había pasado tres meses desde que Sofía se había ido. No había tenido una queja de Ev... de la señorita Miller hasta ahora. Pensó pulsando el interfono para llamarla.

—Dígame señor Lombardi.

—Venga a mi oficina en este momento.

Eva entró a la oficina y el corazón de Dante dio un vuelco, hoy la señorita Miller traía un blazer negro y falda del mismo color, blusa roja que combina con los zapatos. Dante creyó que le quedaba muy bien, estaba hermosa, siempre lo estaba, pero hoy le gusto como se veía. La mente se le quedó en blanco durante un segundo, sintiendo deseo de acercarse a ella.

Eva frunció el ceño al ver a Dante mirarla fijamente, la tenía allí de pie sin decirle nada.

—¿Para qué me dijo que viniera? —preguntó Eva con nerviosismo, sus dedos jugueteando con el bolígrafo y bloc de notas.

Dante salió de su ensueño y le pidió que se sentara.

—Estos estados de cuenta están mal. Se equivocó, porque esto no puede ser cierto.

—No puede estar mal, lo revisé varias veces antes de traerlo a usted.

—Pues lo hizo mal. Le digo que aquí hay un error. Estos números iniciales están equivocados.

—No puede ser, tomé todos los números del departamento económico.

—¿Gael le dio estos números?

—No, él no estaba. Los papeles con los datos los tenía la secretaria. ¿Quiere que vaya hasta allí y concilie todo otra vez?

—No, ya lo veré yo personalmente con Gael. Llámelo y dígale que venga a verme.

—¿Desea algo más?

«A usted, desnuda encima de mi mesa.» Dante no sabía de dónde salió ese pensamiento «Tengo que salir y buscar una mujer. No puedo pensar así de mi secretaria».

—No, puede retirarse. —respondió al fin.

Eva se fue a su oficina pensando que su jefe hoy estaba muy distraído. «¿Qué tendrá?»

Después de media hora, Gael llegó a la oficina de Dante y preguntó desde la puerta:

—¿Querías verme?

—Sí, por favor, cierra la puerta y siéntate. Necesito revises estos papeles del estado de cuentas del mes pasado. Algo no cuadra.

—Deja ver, todo estaba muy bien cuando se lo di a mi secretaria. ¿No sería la tuya que cometió un error?

—No, Eva no fue.

—¿Eva? ¿Ya se tutean?

Dante no respondió, ofuscado por su descuido. Pensó que era urgente, citarse con una mujer, ya la señorita Miller estaba invadiendo sus pensamientos. Mientras, Gael revisaba los documentos.

—Sí, ya vi el error. No te preocupes, antes de que acabe el día tendrás los correctos. También hablaré con mi secretaria, no puede tener más error así.

—Gracias, necesito el estado de cuentas para la reunión con los directivos.

—Bueno, me voy, para que tengas esos números cuanto antes.

Dante siguió trabajando, pero de vez en cuando pensaba en Eva. No sabía que le dio ese día, no podía ni quería tener esos pensamientos con ella, en los tres meses que llevaban trabajando juntos solo la veía como la loca que chocaba con la gente.

«No llevo tanto tiempo sin sexo, como para tener a esa mujer en mi mente».

Estaba cavilando sobre esto cuando Eva se paró en la puerta, la cual por costumbre la mantenía abierta, a no ser que estuviera reunido o así lo deseara en algún momento.

—Señor Lombardi, ya es las cinco de la tarde, mi hora de salida, ¿desea algo más antes de irme?

—Sí, venga siéntese, quiero hablar algo con usted.

Eva caminó con pasos vacilantes, pensando que por el error del balance seguro ya no quería que trabajara para él, ya había pasado los tres meses de prueba, no había tocado el tema porque pensó que Dante estaba contento con su trabajo y que pasaría a ser parte de la plantilla. Le encantaba trabajar allí.

—Señor, no fue mi culpa el error de los números en el estado de cuentas. No me va a despedir por eso, ¿verdad?

—No, no tiene nada que ver con eso.

—Bien, porque me gustaría discutir con usted mi contrato si está conforme con mi desempeño. Ya terminó mi contrato de prueba y quisiera pasar a un contrato fijo, si le parece bien a usted, por supuesto.

—Le haré llegar la indicación a Recursos Humanos, no se preocupe por eso.

—¿Era sobre eso lo que quiera decirme o era otra cosa?

—Era eso, solo quería saber si estaba dispuesta a seguir trabajando para mí. Puede irse a su casa.

Eva se fue, y Dante se recrimina. Pensando que, si la señorita Miller no le hubiese hablado sobre el contrato, él la hubiera invitado a salir. Gracias a que se contuvo a tiempo, no hubo nada que lamentar. Creía que ella era muy atractiva, pero no podía salir nada bien de un romance, por muy breve que fuera, entre su secretaria y él.

El amor está en litigioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora