☾ capítulo veinte ☽

1.9K 184 23
                                    

—¿Que que? —Gritó Jesy, elevando la voz y permitiendo que retumbara en las cuatro paredes de la guarida—. ¿Cómo que te fuiste? —continuó—. Eres un idiota…

Decidí pagar mi cerebro para evitar escuchar el rollo de palabrotas que Jesy estaba diciéndome.

Ya eran las 9:00 p.m. y la rutina de ir a la guarida no se nos había pasado por alto. Perrie se había quedado todo el día en mi casa, regalándome mimos y haciéndome sonreír para que ayudara a olvidarme de los chicos. Lo hice durante un rato, pero por el resto del tiempo solo lo fingí. No quería preocuparla. Aunque tratara, no podía sacármelo de la cabeza. Por lo que decidí que la mejor manera de hacerlo sería hablándolo con alguien. Y las chicas eran las únicas en las que ahora podía confiar.

Pero, claro, a ellas no les alegraba la noticia.

—¿Cómo permitiste que esto sucediera? —le recriminó a Perrie, apuntándola con el dedo amenazadoramente.

—¿Disculpa? Para mí también fue una sorpresa. Y creo que para él aún más —me señaló con el pulgar—. ¿Por qué no le tienen un poco de compasión?

—¡Porque hizo algo estúpido! —respondieron las tres a coro completamente enojadas. Jesy estaba en el centro, Jade a la derecha y Leigh a la izquierda; una perfecta formación que asustaría a cualquiera, menos a Perrie.

Rodé los ojos dramáticamente y me senté en el viejo sillón rojo soltando un suspiro. Restregué mis manos en mi cara, intentando sacar todos los pensamientos de mi cabeza. Volví a levantar la vista cuando escuché gritos. Perrie batallaba contra las otras tres en una guerra de palabrotas y defensas. Ella me defendía, cuando las otras hacían todo lo contrario.

Eso no iba a suceder.

Cansado y enojado, me levanté de un salto. El viejo piso bajo nuestros pies tembló con fuerza y un par de tablones cayeron. Las cuatro chicas, confundidas y asustadas, se giraron a mirarme.

—¿Qué diablos querían que hiciera? —exploté finalmente. Apreté la mandíbula hasa que sentí como mis dedos casi se destruían—. ¡Perdí a mis amigos, defraude a mi familia, dejé el trabajo de mis sueños! ¡Dejé todo eso ir solo por ustedes! ¡Destruí mi vida por completo, todo lo que yo había construido por tantos años y había planificado con esfuerzo! ¡Hice algo que no me correspondía, pero aún así lo hice, para ayudarles! ¿Que aún no es suficiente? ¿Necesito venderle mi alma al diablo o algo parecido para que dejen de ser tan estúpidas?

En cuanto terminé, sentí como lentamente mi ira desaparecía. Sacar todo eso me ayudó a tranquilizarme, por lo ya no tuve la necesidad de apretar la mandíbula o de apretar los puños como hace unos segundos.

Las cuatro chicas se quedaron inmóviles. Jade y Leigh abrieron la boca impresionadas. Perrie dibujo una pequeña sonrisa y sus ojos se llenaron de admiración. Solo Jesy me desafió con los ojos, arrugándolos un poco para hacer más asesina su mirada. Pero no me iba a dejar ganar fácil. Aún seguía enojado, y aún peor: lastimado. Sentía las chispas saltar de nuestros ojos a gran velocidad, pero ninguno se rindió.

—Existen muchas cosas que podrías haber dicho —murmuró, bajando segundos después la mirada y dirigiéndola hacia la ventana. Las chicas la miraron asombradas. Sabía lo que pensaban: «Le ha ganado». Incluso yo estaba sorprendido, pero lo disfracé. Iba ganando por ahora.

—Dame ejemplos —la reté, provocando que de alguna cosa mi voz saliera más ronca.

—Podrías haberlos dejado con la duda —sugirió.

—Si salía de la puerta con o sin respuesta, ya me sacaban del equipo.

Jesy se mordió el labio.

Ladies of the Darkness » little directionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora