☾ capítulo veinticinco☽

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Me quedé helado, observando solo su imagen aparecer desde detrás del escritorio. Al estar el ventanal abierto, la luz que débilmente dejaba pasar la neblina delineaba cada centímetro de su cuerpo. Sus cabellos parecían tener reflejos blancos; sus ojos una mirada asesina digna de una reina. Sus manos cargaban una pistola que apuntaba justo a mi frente.

—Bajen las armas —ordenó, colocando el dedo en el gatillo y mirando fugazmente a Niall y Harry para dar entender la orden.

—Somos tres contra uno —le dijo el ojiverde, copiando la acción de Jesy y colocando el dedo en el gatillo—. No saldrás tampoco de esta.

—Fue una orden, bombón —murmuró Susurro, apareciendo junto a Ángel y levantando sus armas.

Escuché como Harry maldecía por lo bajo. Carraspeé; se nos agotaba el tiempo. Nos agachamos lentamente, dejando las pistolas en el suelo y levantándonos de vuelta con las manos entrelazadas detrás de la cabeza.

Jesy las empujó fuera de nuestro alcance y bajo el arma. Nos ataron las manos y las piernas con sogas y nos dejaron en un rincón al igual que a Louis, el cual miraba la escena con tristeza. «Todo esto es mi culpa», oí que murmuraba mientras me sentaba junto a él.

Jesy tomó el teléfono rojo sobre el escritorio y marcó, llevándose luego al oído.

—Los tenemos, señor —dijo, mirándonos sin disimulo alguno—. Cayeron en la trampa tal como lo planeó.

Las otras dos rieron, provocándonos rabia a los cuatro. Se habían acomodado sobre un sillón rojo de terciopelo desgastado por los años y nos miraban divertidas.

Después de intercambiar un par de palabras con la otra línea, la castaña dejó el teléfono.

—Viene hacia aquí con Rosa —les dijo a sus amigas. Luego agregó—: Dio órdenes de revelarnos.

Las otras dos fruncieron el ceño y se acomodaron mejor en los asientos, mirándola confundida.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Susurro, inclinando levemente la cabeza.

—Debemos quitarnos las mascaras.

Se quedaron mudas. Sus bocas estaban entreabiertas y mantenían la mirada fija en Jesy por un par de largos segundos. Los chicos y yo no nos quedábamos atrás. «¿Sacarse las mascaras?», me pregunté mentalmente. «¿Que está planeando?». Se supone que su identidad era un secreto eterno. Era imposible dejárseles ver en público aunque les costara la vida.

Pero las chicas no preguntaron. Se pararon y se colocaron frente a nosotras en hilera. Llevaron sus manos a la parte trasera de su cabeza y tiraron de los nudos.

Las mascaras negras cayeron al suelo sin detenerse.

Abrí los ojos como platos.

—Tú —susurramos en conjunto, sin despegar la mirada de las chicas en ningún instante.

—Eres la chica del museo —balbuceó Harry, mirando a la castaña de ojos almendra—. Jade.

—Y tú el estúpido policía que intentaba invitarme a una cita. Por cierto, los halagos —negó con la cabeza—, no van conmigo.

—Leigh —dijo Niall, mirando a la chica de rulos esponjosos—, eres mi vecina.

—Me impresiona que nunca te hayas dado cuenta de que mi departamento estaba lleno de joyas.

—¡Tu siempre esperas conmigo en la estación de autobuses! —Le gritó Louis a Jesy histérico—. Te veo todos los días.

—Y aún así no me has reconocido. No eres el más inteligente, Tomlinson —rió.

Ladies of the Darkness » little directionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora