☾ capítulo catorce ☽

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      Que descanses sobre mi pecho es la mejor sensación del mundo

Me apoyé en la pared, acomodando mis manos en mis bolsillos para que obtuvieran algo de calor. La temperatura de Londres había bajado estos últimos días, volviéndola tan fría como en Alaska. Bueno, tal vez exageraba, pero hacia frio.

Estaba esperando a Perrie en la estación de autobuses. Se supone que tendría que haber llegado hace veinte minutos, pero aun seguía esperando.

Les informamos que el autobús número 34 ya ha llegado a la estación.

«Al fin», pensé. Ya estaba aburrido de esperar.

Empecé a caminar hacia la puerta dos, donde se supone que Perrie debería estar. Cuando llegué, me paré de puntas para buscarla entre el mar de gente. Finalmente, vi una cabellera rubia sentada en un banco.

—¿No te sientes sola? —le pregunté divertido. Ella se giró a verme confundida, pero luego sonrió y se tiró en mis brazos, abrazándome—. Te extrañe, bonita.

—Yo igual —contestó separándose de mí.

Tomó su bolso y tomados de la mano, comenzamos a caminar hacia la salida. Ya afuera, subimos a mi motocicleta y encendí el motor. Perrie colocó el bolso entre los dos y se sujetó a mí.

—¿A dónde vamos? —me preguntó.

Encendí la moto.

—A mi departamento —respondí.

Salimos hacia la carretera y fijé el rumbo hacia mi casa. Tenía una sorpresa especial para ella, y no podía esperar para que la viera. Aceleré.

—Ya, abre.

Saqué mis manos de su cara y abrió los ojos. Sonrió.

Colocada en el medio de la habitación había una mesa para dos personas, decorada con un florero lleno de flores. También había apagado las luces y había prendido unas velas para iluminar. Y por último, dejé abierta las cortinas, mostrando el Big Ben marcando las 7:45 p.m.

—¿Te gusta? —le pregunté en el oído, notando como su piel se erizaba.

—Es hermoso —susurró.

—Y falta más. ¡Hatchi!

El pequeño animal peludo entró a la habitación, moviendo con fuerza su colita. En su boca llevaba un pequeño papel color rosa, el cual dejó a los pies de Perrie. La chica lo tomó, limpiando un poco la baba y lo abrió. Soltó una risita y me abrazó.

—También te extrañé, Zayn.

Nos separamos y le dije que se sentara en la mesa mientras yo buscaba la comida en la cocina. No era muy bueno cocinando, así que había comprado algo en mi casa de comida favorita. Esperaba que no lo notara.

Volví a la mesa y dejé los platos, sentándome frente a ella.

—Y ¿cómo te fue? —le pregunté.

—En cuanto evitaba a madre, eran buenos momentos. Papá estaba muy contento de verme, al igual que yo a él. Fueron días muy divertidos.

—¿Y qué ocurre con tu madre? ¿No te llevas con ella?

Negó con la cabeza.

—No le gusta el hecho de que yo viva aquí. Pero bueno, debía hacer mi trabajo. Ser una Dama de la Oscuridad requiere que yo viva en Londres.

—Hablando de eso —dije—, ya soy uno de ustedes.

Perrie sonrió.

—Jesy me comentó algo. ¡Es grandioso! —exclamó entusiasmada—. Mi novio y yo, combatiendo a los policías de todo Londres. ¡Me encanta!

Ladies of the Darkness » little directionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora