🔞 +18 🔞 | 𝓽𝓾𝔂𝓪 | FANFIC Tom Riddle y Bellatrix.

CAPÍTULO 3. EXPELLIARMUS

Me desperté tarde, recogí mi abundante pelo negro en una coleta alta, me vestí y salí corriendo hasta la clase de Transformaciones, a la cual ya llegaba cinco minutos tarde.

El profesor Albus Dumbledore me dedicó una mirada severa a través de sus gafas de media luna cuando entré en la gran sala donde se impartía la clase. Sin embargo, no quitó puntos a Slytherin por mi retraso, lo cual me sorprendió.

Al salir de Transformaciones bajé a las mazmorras, tenía clase de Pociones con el profesor Horace Slughorn. Al cruzar una de las esquinas de los largos y empedrados pasadizos que llevaban hasta la clase, vi a un grupo de chicos de séptimo año andando hacia mi dirección. Iban distraídos, hablaban y reían. Eran todos de Slytherin y me fijé que entre ellos estaba Lestrange.

Como aún quedaban algunos minutos antes de que empezase mi clase de Pociones decidí apartarme a un lado para dejar pasar al grupo de chicos y, cuando Lestrange estuvo a mi alcance, tiré de su túnica metiéndolo conmigo en uno de los aularios.

El chico me miró sorprendido mientras cerraba la puerta a mis espaldas. La clase estaba bastante oscura así que lancé un Incendio con mi varita a las brasas de una de las chimeneas.

—Quita esa cara de estúpido, Lestrange. —recriminé al ver que me dedicaba una sonrisa pícara—. Cuéntame lo de las maldiciones.

—Antes dame un beso.

Lo miré confundida.

—Estás soñando si crees que voy acercarme siquiera a esa boca tuya asquerosa.

—Entonces te quedarás sin saberlo.

Se encogió de hombros y se dirigió hacia la puerta.

Aún no conocía el hechizo antiapertura para evitar que pudiera abrir la puerta así que corrí hacia él y le bloqueé el camino.

—¡Cuéntamelo!

—Sin beso no hay trato. —se cruzó de brazos y volvió a dedicarme esa sonrisa pícara.

Sin pensarlo mucho más, pues no quería llegar tarde a clase, me acerqué a él y le di un pequeño beso en los labios.

—¿A eso lo llamas beso? Si ni siquiera lo he notado.

—Tengo prisa, Lestrange.

—Yo no. —dijo.

Irritada me acerqué más a él y, poniéndome de puntillas, volví a besarlo. Lestrange saboreó mis labios con deleite y, colocando sus manos sobre mis mejillas, profundizó aún más el contacto. Me incitó a abrir la boca con sus labios y yo lo hice, inconscientemente. Cuando su lengua invadió el interior de mi boca no pude evitar soltar un leve gemido. Nunca jamás había besado así a alguien.

Me separé de él alterada, sofocada y algo avergonzada. Le sostuve la mirada, desafiante y dije:

—Cuéntamelo.

—¿El qué?

—¿Qué os enseñó Riddle sobre las maldiciones imperdonables?

—No sé de qué me hablas.

Mi cara se encendió de pura ira.

—¡Habíamos hecho un trato! —grité.

—Yo solo sé que me has traído a esta habitación oscura para mancillarme.

—Serás gilipollas... —murmuré entre dientes.

Antes de que le diera tiempo a reaccionar saqué mi varita, le apunte y le lancé un Expelliarmus. Su varita voló varios metros y entonces pronuncié el segundo hechizo: Vomitababosas. Una luz verde surgió de mi varita e impactó contra el estómago de Lestrange, el cual se puso pálido como la nieve y empezó a retorcerse.