Si durante las últimas semanas había notado un distanciamiento entre Tom y yo, lo que se forjó a partir de aquel encuentro en el aula vacía fue todo un abismo.
Riddle se pasaba los días en la biblioteca y las noches en La Sala Común o en su habitación, siempre delante de varios libros. Ni siquiera se unía a la mesa de El Gran Comedor para comer con el resto de alumnos.
Supuse que estaría estresado por la cercanía de los exámenes EXTASIS y nadie le dio demasiada importancia. Tom era un misterio para todo el mundo y nadie se atrevía a inmiscuirse más de la cuenta en sus asuntos.
Me sorprendió que mi declaración de intenciones con respecto al baile de Navidad no tuviera repercusiones inmediatas ni en mi ni en Lestrange. Me dolió la indiferencia de Tom pues esperaba que, al menos, estallara en una furia de celos.
Gwen siguió insistiéndome para que fuera con ella y con Lestrange al baile y cada día se volvía más insoportable, así que una mañana accedí sin más.
Era viernes por la tarde y las chicas y yo habíamos quedado para ir a comprar nuestros vestidos para el baile. Ellas estaban bastante ilusionadas, emoción que yo no compartía. Si quería ser sincera conmigo misma debía reconocer que aquel baile sin Riddle no merecía la pena para mí.
Entramos en varias tiendas y las primeras en comprarse algo fueron Phoebe y Bessie.
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Tras mucha indecisión y casi una hora después, las dos hermanas, Circe y Margery, se compraron sus respectivos vestidos.
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