La papesse

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La papisa o sacerdotisa es la parte sabia en mí, la parte inmaculada y virgen a las que nadie tiene acceso, que sólo es de mi propiedad. La papisa nos invita a la sabiduría interna, a conocernos a nosotros mismos plenamente antes de actuar y salir al mundo. Su cabeza cubierta nos invita a encerrarnos en nuestros pensamientos y analizar desde dónde vienen, conocer los relatos del afuera (cultura, nuestros padres, amigos, medios de comunicación) que han contribuido a que mis pensamientos tengan una determinada forma. La opinión que debe importarme es la que yo genero desde esa parte virginal y pura, separado de lo que he recibido desde el exterior.

"Es mentira".

Argos se lo dijo mil veces en el silencio que cubría el espacio desierto, sólo quebrado por el tropel de los caballos y algunos quejidos de los prisioneros.

Praius no era un asesino, porque, si eso era verdad, ellos eran peores que las bestias. Hipócritas mentirosos que sólo buscaban su propio beneficio, ni más, ni menos.

¿Cómo iba a vivir si de repente todos sus miedos se hacían realidad? ¿Si de pronto todas las historias, leyendas de valentía y bondad fueran parte del imaginario popular, pero carecían de verdad?

Desde que nació, sus padres le habían inculcado cariño por todos los seres vivientes, el placer que uno encontraba en hacer el bien, en amar con lazos fuertes.

Su mundo se derrumbaba, Zama se volvía cenizas y dolor.

"Si tengo que morir por ustedes lo haré, porque mi sacrificio es nada para la gran fortuna que recibiremos cuando todos nuestros hermanos logren la paz".

El pobre Ciro, uno de sus generales muertos, de rodillas, había jurado fidelidad a un rey de mentira. A un rey que no tenía nada de honorable ni bueno.

Craso odiaba a los evolucionados por lo que había sucedido con su madre, y, esa sed de venganza era la que lo impulsaba a pelear sin descanso.

Argos ya no tenía razones por las cuales seguir respirando, todas sus creencias se desvanecían, todo lo que llenaba su corazón y encendía sus centros de poder se apagaba. No importaba lo que ese hombre quisiera hacerle. Si de pronto lo mataba a golpes, o lo lanzaba para alimentar a los animales, o, si de pronto, guiado por sus deseos más terrenales decidía tomarlo por la fuerza.

Era lo mismo. Argos ya no lucharía por su mundo, porque, simplemente, había dejado de existir.

Sus ojos azules llenos de cansancio parpadearon y observaron a los lejos la ciudad de Nínive, el bastión de las bestias lideradas por Eusebio y Craso.

"Nínive".

Siglos atrás, la civilización asiria había tenido su centro de operaciones ahí. Los antepasados de Eusebio decidieron apropiarse nuevamente de ese nombre que estaba grabado con sangre en la historia de la humanidad. La crueldad de los asirios no había tenido límites en su tiempo, personas desolladas vivas, mutiladas, esclavizadas formaban parte de su legado. Eusebio estaba orgulloso de que el centro de su reino se llamara del mismo modo.

El pueblo los recibió con aplausos, gritos ensordecedores que asustaban a Argos, insultos hacia su persona, comentarios sucios, libidinosos y desagradables.

― Piensan que eres mi nuevo amante.

― ¿Amante o juguete sexual?

Preguntó Argos, girando su cabeza hacia su captor.

― ¿No es lo mismo acaso?

― Normalmente a un amante se lo trata bien.

― ¿Es así en tu pueblo?

Argos - Dioses y bestias (Romance gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora