10 La roue de fortune

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La rueda de la fortuna nos invita a tomar un nuevo camino, un cierre, sin embargo, para llegar a esa nueva etapa debemos vencer los miedos del pasado.

Essenia, 100 kilómetros al norte de Nínive.

El viento caliente de la planicie soplaba con fuerza. El enorme ejército de Nínive desplazándose para llegar a destino. Craso iba al frente junto a su padre, quien, de vez en cuando, le daba una mirada de soslayo.

Flavio iba un poco más atrás, custodiando la espalda de su amigo, atento a los movimientos extraños que pudieran surgir.

Craso se giró hacia su amigo y luego volvió su vista al frente, al enorme páramo que debían recorrer hasta llegar a la fortaleza de Valerio. Ya estaba cerca de su nefasto destino.

― Raquel es una de las mujeres más codiciadas del mundo.

La voz de Eusebio lo sacó de su constante vigilancia.

― Lo sé.

― Eres afortunado.

― ¿Sólo yo?

Eusebio lanzó una risa floja.

― ¿Todavía molesto porque tienes que abandonar a tu putita de Zama?

Craso apretó las riendas, de sólo recordar que Argos estaba solo ahora lo inundaba de rabia.

― Para nada — expresó —. Sin embargo, tú todavía piensas que soy un mocoso tonto que no entiendo de política...

Eusebio dio un suspiro.

― Essenia y Nínive deben estar juntos en los momentos que se avecinan.

― ¿Atacarán a los evolucionados?

― Regia sería el primer objetivo, y después, Zama. Poco a poco, todos llegarán a nuestros pies como esclavos...

El odio de Eusebio no tenía límites, Craso frunció el ceño.

― ¿Nunca pensaste en firmar la paz con ellos?

― ¡Jamás! — exclamó —. Antes me verás yaciendo en medio del Mediterráneo.

Era inútil debatir o buscar razones. Craso entendió que Eusebio nunca cambiaría y que, para estar al lado de Argos, debía terminar con su reinado, el tema era ¿cómo?

Los dulces gemidos todavía resonaban en sus oídos. Craso había estado en el interior de Argos toda la noche antes de partir, sin respiro, besando esos labios que lo enloquecían, y observando esos ojos, más bellos que el mismo cielo.

La fortaleza de Essenia se vislumbró en medio de la nube de polvo que se levantaba, los estandartes de Nínive flameaban con fuerza. Afuera, las tropas junto al rey Valerio aguardaban su presencia y a su lado la princesa Raquel y el príncipe Cassandro o el "bastardo" como le gustaba llamarlo a su padre.

"No voy a perderte".

Craso, por primera vez en su vida, supo lo que era el miedo.

Miedo a perder a Argos y no verle nunca más, miedo a ser incapaz de protegerlo, miedo a contraer matrimonio con una mujer con rostro de ángel que llevaba la tristeza tatuada, del mismo modo que su primo Cassandro.

― Mi rey.

Eusebio bajó del caballo y de inmediato fue hacia Valerio quien lo recibió con un abrazo.

― Están aquí,

― Te lo dije, mi hijo y yo cumplimos nuestras promesas.

Craso contuvo su lengua que buscaba gritar que él jamás prometió nada y que estaba atado a un acuerdo que lo aprisionaba como una soga al cuello. Descendió del caballo y también se dirigió al rey.

Argos - Dioses y bestias (Romance gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora