Orgasmo.

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Sentada sobre una silla de madera a la mitad de la sala estaba tocándome a mí misma mientras Lisa me observaba. 

Había pasado solamente una hora desde que llegué a su departamento. En esa hora solo compartimos largos besos y jugábamos a tocarnos la una a la otra por encima de la ropa. 

Pero Lisa quería más y yo quería más. 

—Tócate para mi, Jennie. Enséñame lo que te gusta. —Lisa se acomodó en el sofá y cruzó sus piernas, en la mano sostenía una copa de vino. Nunca había visto una imagen tan sensual y sofisticada de una mujer en mi vida. 

Desabotoné mi camisa y la dejé abierta, mostrando mis pechos aún cubiertos por el sujetador. Bajé mi mano lentamente por mi vientre y la metí dentro de mis pantalones, arqueando mi espalda cuando rocé mi feminidad con mis propios dedos. 

—Desnúdate. — soltó demandante. 

Entre abrí mi boca, ya me encontraba jadeando. Saqué la mano de mis pantalones y me quité la camisa y también el sujetador, dejando mis pechos libres. Lisa pasó su lengua por sus labios y después me sonrió. 

Bajé mis pantalones hasta el piso pateándolos con mi pie con algo de gracia y sensualidad lo que hizo a reír a Lisa. Me encantaba ese sonido, me encantaba escucharla reír. Regresé mis manos hasta el borde de mis bragas para bajarlas pero me detuvo de inmediato. 

—No, no. —movió su dedo hacia los lados— Esas las quito yo. — Y con el mismo dedo me indicó que me acercara a ella. 

Me puse de pie y caminé hasta el sofá donde estaba ella sentada. Me sentó a su lado y dejó la copa de vino vacía sobre la mesita de un lado. Se volvió hacia mí y me besó de repente, no me resistí a sus labios y le devolví el beso gustosa. Ella ya reclamaba con su lengua cada parte de mi boca y yo le di la bienvenida. 

Me recostó sobre el sofá y se acomodó encima de mi cuerpo, ambas de sus manos apretaban mis pechos con fuerza y yo no sabía sí gritar o gemir. 

Bajó con besos húmedos a mi cuello, mordía, succionaba y después lamia para aliviar el dolor. Hizo lo mismo bajando por el valle de mis senos y yo me retorcía bajo su cálida boca. Atrapó uno de mis pechos con sus labios, abrió tanto la boca para meterlo casi por completo en ella, luego se concentró en mi pezón. Me estaba matando lentamente. 

Cambio de seno e hizo el mismo trabajo con el. Sus manos juguetonas bajaron hasta el borde de mis bragas y las rompieron con fuerza, di un grito ahogado por la sorpresa y levanté mi cabeza para ver lo que había hecho. 

—¡Lisa! —la reprendí. Ella río bajo y clavó sus labios en mi clítoris. 

Volví a dejarme caer sobre el sofá disfrutando de su estupenda y experimentada boca. Con la punta de su lengua daba lamidas rápidas sobre mi botón y dos de sus dedos jugaban con mi humedad esparciéndola por todo mi centro.

Detuvo su lengua y subió de nuevo a mi boca besándome lento y profundo, la abracé por el cuello atrayéndola más a mi. Dos de sus dedos entraron en mi vagina húmeda de golpe por lo que gemí dentro de la boca de Lisa ya que me estaba devorando. 

A partir de ese momento ya no pude dejar de gemir ni un solo segundo. Los largos dedos de Lisa entraban y salían de mi sin dificultad alguna gracias a que mi cuerpo traicionero le gustaba lo prohibido e hizo un mar blanco y viscoso que salía de mi centro. 

Bajó de nuevo a mis pechos para chuparlos y morderlos, al parecer le gustaban. E incrementó las embestidas de sus dedos dentro de mí haciéndome perder la cordura. Me sentía llena y con muchas ganas de explotar. 

—Córrete Jennie. — lo hice. Me vine en sus dedos y ella prolongó mi orgasmo entrando y saliendo esta vez con lentitud sin haber dejado de succionar mi pezón izquierdo. 

Una sonrisa se dibujó en su rostro y sacó sus dedos de mi. 

Bajó de nuevo y me abrió las piernas bruscamente para perderse dentro de ellas. Comenzó lamiendo todo mi centro mojado, como sí quisiese limpiarlo. Sus manos detenían mis muslos ya que inconscientemente trataba de cerrar las piernas. Pasó la lengua a lo largo de mi feminidad repetidas veces y no fue hasta que atrapó de nueva cuenta mi clítoris que sentí esa energía crecer dentro de mi otra vez. 

Ya no solo gemía, gritaba de placer. 

Absorbió un poco más y estallé de nuevo, viendo estrellitas y brillos cayendo sobre mi cabeza aturdida mientras mi segundo orgasmo perdía su efecto. 



Infidelidad. - Jenlisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora