Gané.

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Las siguientes tres semanas se basaban en esto. Mientras Kai estaba trabajando en su oficina y Charlie estaba en la escuela, me escabullía todas las mañanas para estar con Lisa en su departamento. 

Desayunábamos juntas. Nos besabamos. Veíamos películas. Teníamos sexo. Me preparaba su grandioso té. Nos besabamos más. Me leía sus libros. Teníamos más y más sexo. 

Una hora antes de que Charlie terminara sus clases, salía del apartamento de Lisa y me dirigía a su escuela para pasar por él e ir a casa. Esperabamos a Kai y comíamos juntos. Había establecido una rutina con mi doble vida, era difícil, pero amaba tener esta adrenalina por no ser descubierta. 

Tanto tiempo pensé que Kai no se daba cuenta de lo que pasaba con su esposa, los hombres son tontos por naturaleza, no ven las señales que nosotras las mujeres alcanzamos a percibir a kilómetros, pero esta vez, yo, Jennie Kim estaba equivocada. 

***

—¿Que estamos haciendo aquí? — pregunté con un susurro a Lisa. 

—Almorzando. — se giró hacia mí viéndome con una sonrisa divertida, como si lo que le pregunté fuera algo chistoso.  

Cuando llegué esta mañana a su departamento me dijo que tenía una sorpresa para mi. Creí que hablaba de un nuevo conjunto de lencería que tal vez traía bajo la bata de baño, pero no era así. Resulta que a la rubia graciosa se le ocurrió hacer una reservación en un restaurante en la ciudad para almorzar. Un restaurante famosamente frecuentado por oficinistas y empresarios. Me ponía nerviosa, pero ella estaba tan contenta que no pude decirle que no. 

— No debería hacer esto. —me acomodé sobre la silla. Me sentía algo incómoda e insegura. Estar en público con una chica que está tan cerca de mí podría acabar conmigo. No porque Lisa fuera una chica, pasaría lo mismo sí en ese caso Lisa fuera un hombre, sino porque yo era una mujer casada. 

—¿No deberías almorzar? —su sonrisa burlona no se apartaba de su rostro. 

— No contigo. Debemos irnos. 

Lisa suspiró. Su mano traviesa viajó por el asiento alcanzando mi trasero y lo pellizcó. Lo cual me hizo reír. 

—Escucha. ¿Ves a esos hombres de aquella mesa luchando por ver quién paga la cuenta? —me dijo al oído y me señaló haciendo un gesto con su cabeza. 

Giré a ver a los tipos, se estaban arrebatando la carpeta que contenía la cuenta para pagarla y ver quien era el más hombre. Asentí hacia Lisa. 

—Bien. Si el de la derecha paga, nos iremos ahora mismo. — me sonrió. Amaba su sonrisa. — Pero sí el de la izquierda logra pagar, nos quedamos... Y además, te besaré. 

—No. —entré en pánico. 

Giramos con mirada atenta a los hombres... perdí. El chico a la izquierda se quedó con la cuenta. 

—¿Oh viste eso? — Lisa aplaudió y río. La muy perra sabía quién iba a ganar, hizo trampa. 

—No. —me negué— No no no. No puedo. 

—Gané. — La sonrisa más hermosa se dibujó en su rostro. 

—No lo hagas, Lisa. — Su increíble energía y alegría siempre lograba contagiarme así que reí con ella mientras me tomaba del mentón y se acercaba peligrosamente a mis labios, besándome, sin importarle nada más. 

Sí no hubiese estado tan ocupada viendo los ojitos de Lisa enchinarse mientras sonreía y me besaba varias veces, pude haberme dado cuenta de que aquel hombre que luchaba con su colega por pagar la cuenta y que además ganó, era el mejor amigo y socio de mi esposo, Bill. 

Infidelidad. - Jenlisa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora