Cuando baje del carruaje mis ojos solo podían ver el esplendor del palacio, era enorme, mil veces de lo que era cualquier casa que hubiera conocido antes, de una exquisitez que me era desconocida, no tenía idea de que se pudiera usar esa palabra para describir una propiedad.
El elegante hombre me ayudó a bajar y antes de avanzar se quedó de pie frente a mi.
- El comportamiento que vi quedara entre nosotros señorita - dijo aquello mientras levanta su dedo índice y lo ponía sobre sus labios - pero le advierto, no se aceptará ese tipo de violencia en el palacio, si llegara a versele de esa forma será severamente castigada
Asentí asustada, ni siquiera yo sabía que era capaz de ese tipo de violencia. El dirigió el camino, no entramos por la puerta principal, en cambio dimos la vuelta al palacio y entramos por una puerta al costado, el paisaje había cambiado, era oscuro y lúgubre lo que de hecho me parecía mucho más familiar.
Avanzaba con miedo de mirar asique camine con la cabeza gacha hasta que llegamos a una gran habitación y levante mis ojos, habían otras mujeres como yo, casi de mi misma edad, algunas con vestidos elegantes y otras con arapos como los míos, me quedé de pie en busca de que el hombre me dijera algo, el me miró.
- Pronto vendrá alguien y les dará indicaciones, por ahora permanezca aquí tranquilamente - el se dio media vuelta para irse y yo tome su brazo antes de que pudiera marcharse
- No tengo miedo de la violencia y estoy acostumbrada al dolor...pero me ayudaría mucho saber que es lo que debo esperar...- decía la verdad, no me asustaba llevar una vida miserable como la que he llevado los últimos diez años, lo que me asustaba era lo desconocido de todo lo que estaba ocurriendo
El me miró y se apiado de mí.
- Usted solo será una sirvienta en el palacio...si hace lo que le ordenan recibirá ropa, comida y techo, puede que hasta reciba una paga si lo hace bien, créame que vivira mejor de lo que ha vivido hasta ahora...- aún así no me relajaba, nada era tan bueno como podría parecer - un consejo...- me susurro al oído - cuando se le dé la oportunidad busque a las concubinas del emperador y gane su gracia, ellas podrían ser de gran ayuda, manténgase alejada de la emperatriz...
El se alejo y se retiro de la habitación. Voltee a ver a las otras mujeres, las de vestidos elegantes nos miraban con desprecio a las que vestiamos atuendos pobres.
- Algo apesta aquí...- dijo una de ellas, en voz tan alta que todas escuchamos, su cabello rubio y largo le llaga a hasta la espalda baja, sus rosados labios y ojos azules la volvían la mujer ideal, además de que su figura destacaba en su hermoso vestido celeste - deben ser las pueblerinas...
- Si, huele horrible, no deberían tenernos en el mismo lugar que ellas...- dijo otra de brazos cruzados que permanecía junto a la rubia, su cabello castaño caía liso y corto hasta sus hombros, sus ojos cafés miraban juzgandonos
Vi como las chicas como yo se avergonzaban y retrocedían heridas, alejándose de ellas luciendo tristes y humilladas.
- Huele a pretenciosa que no ha trabajado ni un día de su vida - dije yo en voz alta - no deberían tenernos en el mismo lugar a las que no podemos depender de nuestros padres para todo...
Ellas me miraron con muy mala cara, se lo que me había dicho el hombre pero ya había agachado mi cabeza por muchos años y estaba arta asique por mi cuenta decidí que si puedo alzar la voz lo haría.
- ¿Pero quien te crees cerdita? - me dijo la rubia
- ¿Quién te crees tu pretenciosa? - le devolví
- Yo soy quien será la concubina del príncipe Amadeus y me convertiré en...
- ¿En qué? - pregunto una voz femenina con un timbre tan grave que me dejó perpleja, reconocí de inmediato la autoridad en ella asique baje mi cabeza y cruce mis manos delante de mi estómago, hice una pequeña reverencia, recordaba lo mínimo de educación que mis padres me había enseñado
Vi su falda de color negro que cubria por completo sus pies, sentí un dedo en mi mentón y como comenzaba a alzar mi rostro, no opuse resistencia, solo observaba su vestido tan práctico y simple pero resistente, con mangas larguísimas y botones que no parecían tener final hasta que llagaban a su cuello, cuando al fin la mire a los ojos me pareció una mujer bastante estricta, su cabello negro amarrado fuertemente en una trenza que daba una vuelta y formaba un redondete en su nuca, sus labios rosados pálidos y sus ojos negros casi sin brillo en ellos.
- Decía señorita Blanche - dijo en voz alta mientras observaba mi rostro - que usted sería...¿Qué?
- Nada señorita Fleur, no iba a decir nada...
Asique su nombre era Fleur.
- Si fuera usted no me confiaria para nada sobre quienes van a ser concubinas y quienes sólo sirvientas - me dejó ir y señaló con un movimiento de su cabeza que retrocediera, obedeci - las que están aquí puede que sepan que pasa y otras puede que no, están en el palacio imperial, hogar del emperador, la emperatriz y los dos príncipes, la familia Imperial...
Ahora que escuchaba aquellos títulos temblaba, estaba en el hogar de la familia más poderosa del imperio del Norte, aquellos que gobernaban sobre todo aquello bajo mis pies.
- Las mujeres que fueron seleccionadas por su majestad la emperatriz serán llevadas ante el emperador para seleccionar a las que se quedarán, eso no les asegura para nada volverse concubinas de sus majestades, por ahora serán sólo acompañantes de las que ya lo son y con el tiempo pueden ganar la oportunidad de volverse una...
Entraron dos guardias, ambos con uniformes rojos y dorados como los colores de nuestra bandera, atrás de ellos entró un último hombre, no pude evitar pensar en su rostro, parecía enojado, su cabello negro como el carbón y ojos profundos cual madera seca, casi muertos, su rostro palidecia y estaba lleno de cicatrices de la poca piel que se podía ver de él, era fornido y cada paso que daba sentía que hacía temblar los cimientos del palacio, me daba algo de miedo y al mismo tiempo curiosidad, nunca había visto a un hombre así en toda mi vida.
Los guardias guiaron a las que sería concubinas, con algo de suerte, y las demas nos quedamos de pie con el gran hombre que intimidaba.
- Yo soy el capitán de la guardia Real de su majestad el emperador, Enrick Fursman, yo veo por la seguridad de sus majestades, cualquier acto sospechoso que se les vea cometiendo será motivo de un castigo severo, no dudaré en matar a cualquiera de ustedes si se atreven a traicionar a la familia Imperial...- su voz era tan grave y casi gutural que me hizo temblar de miedo, entendía que el fuera el capitan, cada aspecto de él daba miedo y provocaba debilidad en las personas
Se retiro con esa última frase. La señorita Fleur avanzo hacia nosotras, éramos diez las que estábamos de pie frente a ella.
- Primero se darán un baño, se les dará un uniforme, serán responsables de cuidarlo y mantenerlo en buen estado, no se les dará otro si se ve que lo dañan antes de tiempo, esta es su habitación desde ahora señoritas, comiencen.
ESTÁS LEYENDO
Las Tres Emperatrices, Primera Emperatriz Adelia
DiversosElla lo perdió todo, sus padres murieron dejándola sola en el mundo, su familia adoptiva decide venderla al palacio imperial para tener algo de dinero, en lugar de deprimirse ella decide dar el máximo para sobrevivir en el palacio y logra conocer a...