Capitulo 11 ❦ Aires De Cambio

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- ¡Todas a trabajar! - grito la señorita Fleur mientras todas salíamos apresuradamente de la habitación después de ordenar nuestros colchones - ¡Adelia! - me grito, me devolví de inmediato

- Si señorita - me quedé frente a ella

- Todavía no tengo un puesto para ti - dijo suspirando, le estaba dando problemas

- Lo siento...- me disculpe como si no pudiera evitarlo y como si no me hubieran quemado las manos sin motivo aparente

- No, está bien...¿Como están tus manos? - las observe y sonreí

Tenia unas cuantas marcas rojas pero ya las sentía mejor y no tenía dolor alguno.

- Están bien - respondí

- Bien, por hoy te encargaras de los establos - asentí pero antes de que pudiera salir

- ¡Espera! - me grito - ve por tu abrigo, si sales con tu uniforme normal te enfermaras

- ¿Donde debería ir por un abrigo? - pregunte lo obvio dado que no sabía que siquiera teníamos derecho a uno

- ¿No te dieron uno en el palacio de Flores? - preguntó y no se que expresión hice que la señorita Fleur pareció algo avergonzada

- Claro...- suspiro de nuevo - esperame en la puerta del jardín y te traeré uno

- Gracias - dije y camine a la puerta del jardín trasero

Abrí la puerta y sali, no estaba tan frío como otros días, no caía nieve y aquella que seguía acumulada había perdido unas cuantas capas, respire el frío aire y lo deje escapar de mis labios, aún se podía ver el aliento en el aire cuando salía.

Mientras veía mi aliento blanco pensaba en alguna manera de devolverle el favor a la señora Rosella por ser tan amable conmigo y además usar sus conocimientos en hiervas con propiedad curativas para aliviar mi dolor, sentía que le debía mucho y no podría pagarlo jamás, pero tal vez algún tipo de presente bastaría, pero no tenia dinero alguno, al final entre más deseaba pagarle más lejos estaba la respuesta.

- ¿No hace mucho frío para usar esa ropa? - escuche, me voltee y para mi sorpresa era el príncipe Velkan vestido con un hermoso conjunto de invierno, se veía tan cálido

- Su alteza real - hice una reverencia - solo tomaba aire, ya vienen a entregarme un abrigo...

- Me alegro, aun así deberías ser mas cuidadosa- ninguno pudo evitar sonreír por la vuelta de estas palabras hacia mi, yo había sido la primera en decirle al príncipe que tuviera cuidado

- Si su alteza, gracias por su preocupación - el miraba la ventana sobre nosotros, era la de la habitación de la señora Rosella - ¿Hoy no ha ido a verla? - pregunté sin esperar una respuesta a algo tan privado

- Hoy no...- suspiré, seguramente se extrañaban el uno al otro, parecía que se conocian desde hace mucho

- Disculpe su alteza...- comencé sin determe a pensar demasiado - ¿De casualidad usted sabe si habrá algo que la señora Rosella quiera? - no le podía decir que esperaba que fuera algo gratis o si, tal vez si - de preferencia que no cueste dinero...- no pude evitarlo

Pero en verdad parecía que lo estaba pensando.

- Creo que a Rosella siempre le han gustado las plantas y esas cosas, no necesariamente cuestan dinero porque se pueden encontrar en muchas partes pero en esta época del año...- el recorrió el paisaje del palacio con sus ojos y yo le imite, claro, en esta época del año todo estaba congelado, por supuesto que no habrían plantas

- Entiendo - dije suspirando, parece que no lo podría devolver de ninguna manera el favor hasta ya pasado el invierno y para esa fecha seguramente ya se olvidaría de mi existencia

- Pero - dijo el príncipe y voltee hacia el - hay una flor muy escasa que florece en esta época, es extraña porque sólo está viva un par de días antes de que termine el invierno, esta temperatura es la ideal para que crezca y tiene propiedades curativas, eso es lo que más le gusta a Rosella

- ¡Eso sería estupendo! - pero después otra cosa me impacto casi de inmediato - pero...¿Donde la encuentro? No me permiten salir del palacio...-después de todo aún era una sirvienta sin libertad

- Yo podría ayudarte...- me contestó y yo lo observe algo impresionada - no me mires así, es un regalo para Rosella, quiero ayudar...

- Su alteza...no me gustaría ser una molestia para usted, de seguro que tiene mejores cosas que hacer...- dije nerviosa obviamente, no me esperaba que el príncipe quisiera ayudarme

- Pues no tengo mucho que hacer asique...- sonrió nuevamente - o puede ser acaso que...¿No te agrado?

- No es eso su alteza...- casi que sentí como mis ojos se ponían en blanco pero lo impedi con todas mis fuerzas - pero usted es el príncipe y yo soy una sirvienta...¿Entiende lo que me pone incomoda?

- Creo que si, aun así me ofrezco a ayudarte, si quieres te espero aquí cuando anochezca y casi todas las luces estén apagadas...- el miro la puerta detrás mío y se fue corriendo en sentido contrario, se despidió de mi con su mano y desapareció detrás de los muros del palacio

- ¿A quien saludas? - otra vez salte en mi lugar de miedo, mi corazón latía tan rápido que parecía una locomotora

- A nadie...un guardia nada más - dije rápidamente

- Te dije que esperaras dentro - comenzó a regañarme mientras me ponía el abrigo - ¿Qué harás si te enfermas? En serio niña, evita aumentar tu deuda...

- ¿A que se refiere? - no pude evitar preguntar

- Pues que si te enfermas hay que comprar medicamentos, preparar una habitación a parte para que no enfermes a las demás, ropa nueva y muchas cosas, eso solo aumenta la cantidad de dinero que invertimos en ti y será más tiempo que tendrás que recuperar, por lo tanto solo tardarás más en al fin poder recibir tu sueldo o irte...

- Básicamente somos como números en rojo o negativos...- dije - debemos dinero que estamos pagando con trabajo, si nos invierten mas, eso aumenta nuestra deuda...

- Correcto - afirmó la señorita Fleur

- No me gustan los números - acepte de inmediato

-  De acuerdo, ve a los establos, dales de comer a los caballos y cepillalos - me ordenó, hice una reverencia y camine hacia los establos

Nunca habia venido a esta parte del palacio asique me sorprendió ver el enorme establo, junto a él había un lugar de entrenamiento, había varios hombres en uniforme, algunos en armadura, todos haciendo cosas diferentes, un grupo lanzaba flechas, otro peleaba con espadas unos contra otros, otros levantaban enormes sacos que se veían muy pesados y mis ojos fueron a aquella figura familiar que un me atemorizaba, recordaba perfectamente a aquel hombre, Enrick Fursman, capitán de la guardia real.

Las Tres Emperatrices, Primera Emperatriz AdeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora