Capitulo 7 ❦ Trabajo

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Había estado sirviendo en el palacio de Flores por un mes y fue una verdadera pesadilla.

Cada día volvía con un nuevo moretón al palacio imperial, no había posición en la que pudiera dormir que no provocará algún dolor, Blanche se desquitaba conmigo por lo sucedido con el príncipe, al que no había vuelto a ver.

Cada día era algo nuevo, me hacían tropezar, cuando jugaban a algo siempre algún objeto terminaba golpeando alguna parte de mi cuerpo,  me hacia cometer errores apropósito para hacer enojar a la señorita Victoria que se veía arta de mi presencia que parecía levantar malos ánimos en el palacio.

- Hoy solo lava los platos - me dijo la señorita Victoria dejándome en la cocina con montañas de cosas por lavar

Levante mis mangas y comencé a lavar, el agua estaba fría como el hielo, mis manos se volvían rojas y casi no podía sentir nada en ellas, por suerte ya estaba acostumbrada a estas circunstancias pero no a la cantidad y estos aumentaban a cada minuto.

Cuando se hizo de noche me enviaron de vuelta al palacio imperial, mi estómago rugia, les gustaba matarme de hambre y hoy no había comido nada, mientra lavaba los platos aproveche para beber agua aunque estaba congelada.

Me despedí de los guardias que vigilaban y camine lentamente hasta el palacio. Me quedé a la tenue luz de las lamparas del jardín, debajo de la ventana donde había visto al príncipe por primera vez, no que deseara recordar ese momento pero de sólo pensar que si no hubiera aceptado su abrigo ahora me estaría ahorrando mucho sufrimiento me ardía la sangre.

Mientras observaba las luces del jardín me senté en el suelo helado y observe mis manos, seguían rojas e incapaces de recuperar su color normal.

De repente escuché un pequeño chirrido, mire hacia arriba y vi como la ventana de la habitación de la concubina Rosella se abria, al mismo tiempo escuché pisadas acercándose desde el costado del palacio, vi como el príncipe se asomaba y estaba apuntó de salir.

- ¡Achú! - simule un estornudo, el príncipe se detuvo y entró de nuevo a la habitación

- ¡¿Quién está ahí?! - las pisadas eran de los guardias que se acercaron rápidamente empuñando sus espadas

- ¡Una sirvienta! - exclame levantando las manos y cerrando los ojos

- ¿Qué hace aquí tan tarde? - me preguntó, abrí los ojos, bajaron las espadas y casi suspiré de alivio

- Solo tomaba algo de aire...- dije sonriendo - entraré en un segundo, solo quería respirar el aire invernal es...fresco - sería mejor si tuviera ropa más abrigadora pero las mentiras parecían funcionar

- De acuerdo, entre pronto o pescara un resfrío - me dijo uno de ellos siguiendo su camino

- Gracias por su preocupación - dije

Espere hasta que dieron vuelta y volví a mirar la ventana, tomé una pequeña piedra del suelo y la lance, chocó contra el vidrio y el príncipe volvió a asomarce, con mis manos le hice señales de que bajara, observe los alrededores atenta de que nadie viniera y de nuevo escuche ese sonido como si el viento se cortara.

Ahora que lo pensaba el príncipe parecía bastante atlético al saltar desde la ventana de un segundo piso.

- Su alteza príncipe Velkan - hice una reverencia

- Muchas gracias...- susurro, me observó y abrí los ojos - parece que siempre eres tu a quien me encuentro por aquí...

- Temo que si su alteza - acepte - por favor tenga más cuidado al saltar de la ventana...- hice una reverencia y procedía a retirarme

- Espera...- me detuvo sujetando levemente mi brazo - ¿Cuando dices que tenga cuidado a que te refieres? - el sonrió al preguntar eso pero yo no estaba con animos de irme por las ramas

- Con todo respeto su alteza - le dije - la única persona en este palacio que me ha tratado como a un ser humano ha sido la señora Rosella, me ofreció un consejo a pesar de que nuestro encuentro fue infortunado y no me gustaría que le pasara algo...asique por favor, tenga cuidado de que nadie lo vea salir de sus aposentos - mire hacia todos lados y volví a hacer una reverencia - con su permiso su alteza, me retiro

- Gracias por ayudarme de nuevo...- susurro - no te preocupes, no haría nada que pusiera en riesgo a Rosella - parece que en verdad tienen una relación profunda

Abri la puerta para entrar pero antes de hacerlo me voltee hacia el príncipe.

- Tambien tenga cuidado de no lastimarse su alteza - le dije - buenas noches

Ingrese sin esperar a que respondiera algo y cerré la puerta a mi espalda. Dirigirme de esa manera al príncipe aceleró mis latidos. Camine hasta la habitación de las sirvientas y mi estómago gruñó.

- Maldicion...- susurre, moría de hambre, por un segundo pensé en colarme a la cocina pero de solo imaginar el castigo se apaciguaba el hambre

- ¿Adelia? - era la amable voz de María - ¿Estás bien? - me preguntó, lo que tiene lógica porque estaba sentada en el suelo a sólo unos metros de nuestra habitación compartida

- Si...enseguida me levanto - de nuevo sono mi estómago

- ¿Hoy de nuevo te dejaron sin comer? - me pregunto

- No fue a propósito...- María y yo hemos estado hablando desde el día que noto que yo era quien la había consolado, quería pensar que éramos amigas - pero si...de nuevo no comi...- esto solía pasar desde que trabajaba en el palacio de Flores

- Ten...- escuche decir a María, voltee y de un pedazo de tela blanco saco un pedazo de pan - lo guarde para ti solo en caso de que pasara esto - sonrió tan amablemente que una lagrima cayó por mi mejilla, la limpie de inmediato para que no la viera

- No debes hacer eso, es tu comida María - le dije pero mi estómago volvió a rugir - que vergüenza...- susurre

- Solo comelo, te dará fuerzas para aguantar de nuevo trabajar mañana - la mire y su sonrisa me derritió, tome el pan y lo comi

- Creo que es el pan más delicioso que haya comido en mi vida...- dije con la boca llena

- Claro que no, solo es el hambre - me dijo mientras se sentaba a mi lado

Después de unos minutos escuchamos pasos acercándose, la señorita Fleur apareció y nos levantamos rápidamente.

- María ve a cambiarte de inmediato - le dijo, María hizo una ligera reverencia y se retiro

- Señorita Fleur - al igual que María hice una pequeña reverencia

- Adelia...- me observó de pies a cabeza - tu uniforme es un desastre...

Es cierto estaba gastado y algunas costuras estaban deshaciendose.

- Lo siento...- me disculpe

- ¿Como va todo en el palacio de Flores? - me pregunto

- Espero que solo escuche cosas buenas...- respondí tratando de irme por la tanjente

Ella no respondió pero vi remordimiento en su rostro y es que aquellas mujeres no ocultaban su desprecio hacia mí de ninguna manera.

- Solo ve a dormir ya...mañana será un nuevo día- dijo, hice una ligera reverencia y entre a la habitación

Todas ya estaban dormidas excepto María que esperaba sentada en su colchon, sonrió hacia mí y yo hice lo mismo, no importa que tan miserable sea mi vida aquí por lo menos tengo a una persona con la que hablar.

Las Tres Emperatrices, Primera Emperatriz AdeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora