𝙑𝙀𝙄𝙉𝙏𝙄𝘿𝙊𝙎

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Desastre era la mejor palabra para describir lo que estaba pasando. Si al principio la primera clase no estaba del todo alterada, ahora mismo todo estaba lleno de gritos y exclamaciones, no solo de los de mayor capital sino de los de la tercera clase que aún no lograban salir de su piso. Seguridad buscaba salvar a todos... A todos los de gran importancia.

— Señor Cowell, ¿por qué están soltando los botes a media capacidad? — Más que una pregunta fue un reclamo, Chanyeol quería saber.

— No ahora señor Park. — Dijo con fastidio.

— Ese de allá. — Señaló a un bote que se estaba alejando. — Veinte en un bote que está hecho para sesenta y cinco y vi un bote con solamente doce ¡doce!

—Bueno... No estábamos seguros del peso, señor Park. — Dudó. Las razones estaban claras para el señor Park. Que horror. — Podrían hundirse. — Hablaba como todo un experto, pero no puedes fingir en frente de uno de verdad.

— ¡Mentira! — Le escupió de forma inconsciente. — Los probaron en Belfast bajo el peso de setenta hombres, ahora, ¡llene esos botes señor Cowell por el amor de Dios! — ¿Qué lo impulsaba a estar salvando personas, no debería estar salvando a todas las posibles? Lo estaba haciendo ¿En realidad lo hacía?

— Por favor, necesito más mujeres y niños.

El tiempo de la clase más baja se estaba agotando, eso se iba a descontrolar.

— No pueden encerrarnos como animales, el barco se está hundiendo.

— Échense hacia atrás, las mujeres adelante. — Uno de los hombres quitó el seguro de la reja para dejar salir a la primera mujer.

Y así fue.

Ninguno se echó para atrás, todos avanzaron y arrastraron al personal por todo el camino con tal de poder salir. Los trabajadores darían pelea, uno sacó su pistola lleno de miedo y otro buscaba pegarle a los hombres en la cara con el mango de su hacha.

— Por el amor de Dios, hay mujeres y niños aquí abajo. — Zico no daba crédito a lo asqueroso que podían ser los norteamericanos y lo confirmó cuando el hombre no se movió, solo sostuvo la pistola por si algo improbable pasaba. Lo miró por última vez y bajó las escaleras a buscar otra salida. — ¡YoonGi!

— ¿No hay salida?

— Es inútil por ahí.

— Lo que hagamos hay que hacerlo rápido.

— ¡YoonGi! — Por fin algo de felicidad.

— ¡Hoseok! — Un emotivo pero corto abrazo le siguió.

— Los botes se alejan.

— Todo está inundado, tenemos que salir de aquí.

— No hay salida por aquí.

— Vamos por acá. — Debería de haber una salida por el este ¿no?

 — Debería de haber una salida por el este ¿no?

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— Yo labro mi suerte. — Una posesión de gran importancia fue metida en su saco - Saco de Jimin - de terciopelo, una muy pequeña junto unos míseros papeles.

— Igual yo. — Una imponente pistola dentro de un imponente abrigo, no serviría de mucho.

Ambos parecían tener un plan ¿Saldría bien?

Difícil saber dónde estaban, la cubierta E solo era pasillo tras pasillo, cada vez uno más estrecho que el otro por la cantidad de personas

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Difícil saber dónde estaban, la cubierta E solo era pasillo tras pasillo, cada vez uno más estrecho que el otro por la cantidad de personas.

— Por favor, regresen a la escalera principal y pondremos orden aquí. — Palabras vacías. — Todo se va a solucionar, regresen a la escalera principal.

— Abra la puerta. — Dijo YoonGi. — ¡Abra la puerta enseguida!

— Vuelva a la puerta principal como le dije. — Ese señor no sabía nada ¡nada!

— Por un demonio, maldita sea. — Esas situaciones en las que sólo puedes descargar tu ira en un objeto inanimado, justo eso estaba pasando y el guardia de verdad sintió miedo de ser esa reja, sintió aún más miedo cuando YoonGi miró la banca pegada al piso como una solución. Zico, Hoseok y el mismo YoonGi comenzaron a tirar de la banca de madera ¿Cómo la usarían? Pues de la primera forma que se les viniera a la mente.

Y funcionó.

Usado a forma de ariete, la banca tiró la reja en solo dos intentos. YoonGi no arremetió contra nadie, Zico no era YoonGi, él le dio su mejor golpe a la cara del guardia porque ¿quién era él para decirle que no podía pasar? Se estaban hundiendo por Dios. Ellos avanzaban pero los hombres eran - Son - muy primitivos. Empujaron mujeres, guardias y gritaron por derechos. Eso no importó cuando el señor Cowell sacó su arma pidiendo por orden, ni así lograron mantenerlos totalmente a raya pero algo se podría hacer por ahora. Y si los hombres eran primitivos, en situación de desespero, las mujeres podían parecerse. Intentar saltar a los botes era una muy buena idea si no se paraban a pensar en las posibles y muy frías consecuencias, cortar las sogas de los botes que ya estaban por caer solo para acelerar el proceso tampoco parecía mala idea, empezar a disparar al aire para mantener a las personas atrás, pegarles con un tubo, buscar al guardia más corrupto para poder subir, todas muy buenas ideas.

— Está empezando el caos, — Una gran observación. — No tenemos mucho tiempo. — Movería los hilos para agilizar el escape obligatorio de Park, evidentemente a su lado, y el de su mayordomo, no quería problemas con su hermano. — Señor Murdock.

— Señorita Kim. — El hombre solo hacía su trabajo.

— Soy una mujer de negocios y voy a proponerle un trato. — Benditos sean los beneficios que su trabajo da.

𝑻𝑰𝑻𝑨𝑵𝑰𝑪 | 𝒀𝑴Donde viven las historias. Descúbrelo ahora