capítulo seis.

2.7K 113 129
                                    

Mateo.

Me levanté de un salto como si hubiese visto a mi peor pesadilla y tragué en seco, estático en mi lugar, con mis ojos abiertos de par en par.

Ella bajó su mirada y continuó llorando, como si estuviese ignorando por completo mi presencia.

Y sus sollozos por primera vez no me conmovían, una furia enorme recorrió mi cuerpo de pies a cabeza, y los músculos de mi rostro se tensaron por completo.

—Perdoname, mi amor, perdón. —sollozó y de un movimiento ágil se levantó del tronco para correr hacia mi cuerpo y colgarse a mi cuello de un abrazo.

Mi cuello comenzó a humedecerse y ella se encontraba aferrada a mí con tanta fuerza que parecía no querer soltarme jamas.

Yo fruncí mi ceño molesto y enseguida la separé de mi cuerpo de manera bruta.

—¿Qué hacés? —solté chasqueando mi lengua y ella me miró con tristeza, y sus ojos llenos de lágrimas.

—Perdoname, mi amor. —musitó y tapó su rostro para continuar llorando, tan débil y frágil pero sin lograr generarme una gota de pena.

—¿"Mi amor"? —repetí y solté una irónica carcajada—¿Qué mierda tenés en la cabeza para mandar a tu hermano a darme lástima, flaca, eh? —solté con bronca y con la venita de mi cuello haciéndose notar—Mandás a Santino a darme pena para después irte a coger con el otro pelotudo como me hacías antes, ¿no? —agregué molesto y ella negó con su cabeza, acompañado de fuertes sollozos mientras sus manos tapando su rostro temblaban—Dejá de llorar, loco, tus lágrimas me las paso por las pelotas, no seas una wachina maricona y decime lo que tengas que decirme. —solté impaciente al ver como ella trataba de abrir su boca para hablar, pero su pecho estaba tan agitado que no se lo permitía.

—N-no, n-no...yo...n-no...—comenzó a titubear y yo refregué mi cara con ambas manos para contenerme la bronca.

—Sentate, calmate o tomate una pastillita. No sé, pero hace algo para dejar de llorar y hablá. —mandé con rigidez al ver como ella rasguñaba su pecho tratando de bajar el cuello de su buzo probablemente en señal de no poder respirar.

Nunca la vi temblar tanto, y sus ataques de ansiedad nunca llegaron a tanto extremo de dejarla sin aire.

—Recomponete y hablá o me voy a mi casa, a mí me chupás un huevo. —hablé cruzandome de brazos ya que no creía ni siquiera un poco su actuación.

Ella se sentó en el tronco en el cual se encontraba antes de que yo llegara y con su cabeza en dirección al cielo cerró sus ojos para luego realizar los mismos ejercicios de respiración que alguna vez le enseñé para estos casos.

Una vez que lo logró, luego de unos cuantos largos segundos, enseguida llevó sus manos a su rostro para evitar que sigan cayendo lágrimas, pero en cuanto hizo ese ágil movimiento, noté algo diferente en ella...

—¿Y eso? —pregunté con mi ceño fruncido señalando con mi dedo índice el moretón morado que se marcaba en sus dos brazos; uno en su antebrazo, y otro debajo de su hombro.

Ella se hizo la tonta y enseguida bajó sus brazos.

—Akira, te estoy haciendo una pregunta. —dije con firmeza y está vez baje mi vista hacia su cuerpo para buscar algun otra marca.

Tensé mi mandíbula al ver en sus muslos tres moretones grandes, un poco verdes y bastante marcados.

—¿Me podés contestar quién mierda te está haciendo esto, Akira? —alcé apenas mi voz y ella apretó sus ojos asustada. Acto seguido, mordisqueó el interior de su mejilla y levantó su cabeza para mirarme.

destino; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora