capítulo veintitrés.

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Mateo.

—Buenos días. —saludó la morocha con una leve sonrisa en cuanto llegamos al comedor.

—¡Mateo! —gritó bien agudo el menor de su familia y sin que yo aún pudiera reaccionar de que un nuevo día había comenzado, sentí el impacto de su cuerpo chocar contra el mío en un abrazo.

Yo reí levemente y sobé su espalda divertido.

—Santino, dejalo abrir los ojos al menos, hijo. —habló su madre y esta vez fuimos todos quienes reímos por su comentario—No sabía que habías dormido acá, Mateo. —dijo un poco sorprendida mientras la saludaba con un beso en la mejilla para, luego, sentarme al lado de la morocha.

—Sí, es que Kira....

—Es q-que yo tenía sueño, tenía sueño y él no tenía las llaves de la casa para volverse entonces se vino para acá. —interrumpió mentirosa, provocando que yo la mirara de reojo con mi ceño fruncido.

¿Por qué había mentido?

—Sí, eso. —reafirmé con una falsa sonrisa solo para seguirle el juego a ella, aunque no entendía a qué estábamos jugando con esto.

—¿Cómo la pasaron?¿Estuvo buena la fiesta? —preguntó y me causó ternura aquél término utilizado. Yo reí levemente y mi compañera asintió con su cabeza.

—¿Vos querés una chocolatada? —preguntó mi compañera en cuanto su madre le estaba pasando el mate a ella. Yo sonreí como un infante y enseguida asentí con mi cabeza.

—Hacete una tambien, no me dejes en banda. —pedí formando un leve puchero en mis labios mientras la miraba.

Y es que me hacía sentir un boludo grandote tomando yo solo un vaso cargado de leche chocolatada.

—¡Yo también quiero chocolatada! —habló su hermano, quien recien caía a Tierra luego de haber entrado en un trance por el sueño que cargaba. Lo entiendo.

—Ahí está, tomá con Santi. —dijo y yo rodé mis ojos divertido, mientras ella ya se iba dirigiendo a la cocina para prepararme la chocolatada.

—Que raro que se levantaron tan temprano...—opinó su madre mientras arrebataba una tortita negra del plato de facturas—Comé, eh, sin vergüenza. —agregó en cuanto las facturas, yo sonreí agradecido y asentí con mi cabeza, aunque estaba esperando mi chocolatada para poder hacerlo.

—Pasa que nos vamos a comer a lo de mamá, ayer nos dijo que iba a hacer tuco y...bueno, nos invitó.

—¿Cómo anda tu mamá? hace un montón que no la veo. —preguntó con una nostálgica sonrisa y a mí enseguida me la contagió, enternecido.

—Tomá, acá tenes. —apareció la morocha desde la cocina con dos vasos enormes llenos de leche chocolatada, y luego nos repartió un vaso a mí y uno a su hermano.

—Gracias, hermosa. —contesté dedicándole una sonrisa a boca cerrada mientras se sentaba al lado mío—¿Sin azúcar es, no? —pregunté arqueando una ceja y ella asintió con su cabeza mientras rodaba sus ojos haciéndome reír un poco—Mi vieja 'ta re bien, anda en casa. —contesté sonriente mientras me agarraba un cañoncito de dulce de leche para darle un mordisco—Yo ya no vivo más ahí igual...cuando empecé todo lo de mi carrera me mudé con papá y bueno, antes de viajar para España con ella—señalé a su hija—tuvimos una pelea y volví a lo de mamá por unos días, hasta que se me pasó el enojo y ayer ya me volví a casa con mi viejo. —conté entre leves risas mientras revolvía con la cuchara la chocolatada que Akira me había entregado—Por eso no la veo tan seguido y me da un poco de paja eso, pero igual ella esta más que bien, con Emi.

destino; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora