capítulo dos.

3.5K 123 271
                                    

1/2

Mateo.

Mi semblante cambió.

La venita de mi cuello se hizo visible y mis ojos ardían, pero no por ganas incontrolables de llorar...por bronca.

En tres años nunca en mi puta vida volví a verla, nunca supe nada más de ella y tuve que obligarme yo mismo a arraigarla de mi cabeza.

¡¿Y ahora vuelve como si nada?!

La bloqueé de todos lados, borré todas nuestras fotos e inclusive cambié de número para que ni siquiera se le ocurra volver a hablarme.

Su mamá de un día para el otro dejó de asistir a su trabajo y por ende lo perdió, también perdió contacto con mi mamá y aunque vivíamos relativamente cerca, nunca volvimos a verla. Ni a ella ni a Santino.

Por suerte.

—¿Me explicás que hace acá? —solté levantándome de mi asiento con bastante enojo mientras caminaba hacia la puerta.

—No sé, boludo, no sé si es ella, se me hizo conocida...capaz la flasheé. —habló a mil por segundo él, al parecer el triple de nervioso de lo que yo ya me estaba poniendo.

Porque nunca más volví a saber qué mierda había pasado con ella.

¿Seguirá con Paulo?

¿Santino?¿Cuánto habrá crecido?

¿Y ella?¿Seguirá igual de hermosa que la última vez que la vi?

No, imbécil. No.

—¿Qué hacemos? No podés negar una foto, quedás como el orto, Mateo. —contestó impaciente y yo exhalé profundo.

Tiré al piso el piluso que cubría mi pelo y revolví mis rulos con frustración.

Refregué mi cara con ambas manos y me quedé unos cuantos segundos mirando hacia el piso con mis manos a los costados de mi cintura, pensando si realmente debía salir o no.

—Te sacás la foto, lo saludás, y te vas...dale. —insistió y yo mordisqueé el interior de mi mejilla.

Lo pensé unos segundos más, y cerré mis ojos para dar mi respuesta.

—Está bien. —contesté y, ni bien abrí mis ojos, en él se plasmó una sonrisa.

A él no le gusta para nada ciertas actitudes mías con la gente...

No me gusta que me pidan fotos, no me gusta que me toquen, no me gusta que me abracen, y la distancia que existe entre el artista arriba del escenario y el público trato de mantenerla de igual manera fuera del escenario.

Hoy sería una excepción.

Y qué excepción...

Mientras nuestros pasos avanzaban...no lo voy a negar, mi cuerpo experimentaba una extraña energía recorriéndome de pies a cabeza.

No tengo planeado entablar ningún tipo de conversación con ella...para mí, Akira en mi vida está muerta, y aunque sean crudas palabras, es el único sentimiento que puedo tener hacia la persona que más daño me hizo.

Vi una pequeña sombra reflejándose en la pared antes de doblar el último pasillo y mi corazón comenzó a latir con más frecuencia. También mi panza dolía, como si tuviera un nudo insoportable apretujando mi estómago.

—Ey, hola. —saludó con ternura Valentín, y yo con mi vista en el piso no me animaba a ver a aquél nene que hacía años no veía.

Y no, no tenía nervios por verlo a él, me daba terror el hecho de saber de quién vendría acompañado...

destino; trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora